Categoría: Internacional

  • Obesidad y microbiota

    Cuatro de cada 10 personas en el mundo tiene sobrepeso u obesidad, una cifra que va en aumento año tras año. Esta enfermedad, relacionada estrechamente con diversas patologías metabólicas, como la diabetes tipo 2, ocasiona un gran impacto sobre los sistemas de salud pública y unos cuatro millones de muertes anuales. Y por el momento no existen tratamientos realmente efectivos para combatirla.

    En este sentido, investigadores del Institut d’Investigació Sanitària Pere Virgili (IISPV) vinculados al hospital universitario de Tarragona Joan XXIII estudian si una molécula producida por la microbiota intestinal, llamada succinato, podría estar implicada en la obesidad. “Necesitamos comprender mejor por qué se produce esta enfermedad, porque solo así podremos dar con soluciones y diseñar mejores fármacos”, afirma Sonia Fernández, al frente del grupo de investigación Diamet (IISPV) que forma parte del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBERDEM), del Instituto de Salud Carlos III.

    Para ello, desde hace seis años investigan el papel que desempeña el succinato una molécula producida por las bacterias que tenemos en el intestino que cuando pasa a la sangre puede funcionar como una hormona. “Nuestra hipótesis es que es una señal que actúa en diferentes órganos para regular la homeostasis energética”, apunta la investigadora. En personas sanas, cuando esta molécula llega al hipotálamo enviaría una señal de saciedad para que dejemos de comer y, una vez en el tejido adiposo, regularía la captación de energía, principalmente de glucosa y lípidos, para que se almacenen de manera correcta. Sin embargo, cuando hay una enfermedad de fondo, como la obesidad, esta hormona se desregula.

    “La insulina tiene efectos muy beneficiosos para la salud. Ahora bien, en los pacientes con obesidad y con diabetes, los niveles de esta hormona se hallan muy incrementados y los órganos no responden bien a ella. Algo similar creemos que ocurre con el succinato”, apunta Fernández, que añade “si logramos entender cómo actúa en diferentes tejidos, seremos capaces de hallar dianas terapéuticas y nuevos fármacos para combatir la obesidad”.

  • ¿Por qué una ley especial sobre VIH, hepatitis virales, tuberculosis e ITS?

    Se presentó por tercera vez el proyecto para una nueva ley nacional de respuesta integral al VIH, las Hepatitis virales, la Tuberculosis e infecciones de transmisión sexual, para ampliar derechos en materia de políticas públicas y acceso a la salud, centrado en una perspectiva de derechos humanos y géneros y que modifique la mirada biomédica de la ley 23.798 que ya cumplió treinta años.

    Alberto Stella, director de ONUSIDA de Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay remarcó la importancia de actualizar esta normativa.

    El informe de ONUSIDA sobre la epidemia mundial de sida publicado en julio de este año muestra que los objetivos establecidos en la Declaración Política de la Reunión de Alto Nivel de la Asamblea de las Naciones Unidas de 2016 para ir hacia el fin de la epidemia en 2030, no se cumplieron.

    Se evidencia un progreso global notable, sobre todo en la expansión del acceso a la terapia antirretroviral; sin embargo, solo catorce países alcanzaron las metas de tratamiento 90–90–90 (que 90% de las personas que viven con el VIH conozcan su estado serológico; que el 90% de los que conocen su diagnóstico tengan acceso a tratamiento; y que el 90% de las personas en tratamiento tengan la carga viral suprimida).

    Los logros fueron significativamente desiguales entre países por las brechas que persisten en el acceso a servicios sociales básicos y en el ejercicio pleno de los derechos humanos. Se trata entonces de un problema de justicia social, el estigma y la discriminación, la exclusión y las inequidades sociales siguen siendo, después de cuarenta años de epidemia, los obstáculos más importantes para una respuesta eficaz, sostenida y en la perspectiva de derechos humanos.

    No muy disímil es la situación epidemiológica en relación a las hepatitis virales, la tuberculosis y las infecciones de transmisión sexual. En todos los casos, las barreras al ejercicio de los derechos humanos y los determinantes sociales de la salud explican las desigualdades en salud.

    Partiendo de estas evidencias y basados en el reconocimiento de la dignidad de las personas y el principio aplicable universalmente de no discriminación como fundamentos esenciales de los derechos humanos, una ley especial como se presentó en la Argentina sobre VIH, tuberculosis, hepatitis virales e ITS es de particular importancia, no solo para garantizar el acceso a prevención y tratamiento, sino también para trabajar asertivamente los determinantes sociales de la salud, es decir, proteger los derechos humanos y prohibir legalmente cualquier forma de discriminación. Esto es fundamental para la sociedad en general y, especialmente, para las personas que viven o que están afectadas por una de estas infecciones y para las poblaciones en situación de vulnerabilidad como personas Lgbtiq+, personas privadas de libertad, personas usuarias de drogas y trabajadoras y trabajadores sexuales, entre otras. Las medidas legales que garantizan la equidad y la inclusión dan contenido concreto al paradigma de la agenda 2030 “que nadie se quede atrás”.

    Una ley de esta naturaleza es producto de la participación ciudadana a través de organizaciones de Sociedad Civil y de grupos formal e informalmente constituidos con liderazgo social que, por el bien común, proponen e impulsan importantes procesos de cambio hacia la pretendida universalidad de los derechos humanos, pilar fundamental de la cobertura sanitaria universal y del desarrollo sostenible.

  • La mayoría de los seres humanos son vulnerables a la diabetes tipo 2

    Científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana, la Universidad de Michigan y la Universidad Case Western Reserve han determinado que la secuencia de insulina se ha atrincherado en el borde de la producción alterada, una vulnerabilidad intrínseca desenmascarada por mutaciones raras en el gen de la insulina que causa diabetes en la infancia.

    El estudio explota conceptos y métodos biofísicos para relacionar la química de las proteínas con el campo emergente de la medicina evolutiva.

    La insulina es producida por una serie de procesos altamente específicos que ocurren en células especializadas, llamadas células beta. Un paso clave es el plegado de un precursor biosintético, llamado proinsulina, para lograr la estructura funcional tridimensional de la hormona. Estudios anteriores de este y otros grupos han sugerido que la biosíntesis deficiente podría ser el resultado de diversas mutaciones que dificultan la capacidad de plegado de la proinsulina.

    Este grupo trató de determinar si la evolución de la insulina en los vertebrados, incluidos los humanos, ha encontrado un obstáculo. ¿Ha impuesto una serie compleja de pasos restricciones que han congelado la secuencia de insulina en un precipicio de no plegabilidad? Y si es así, ¿ha dejado esto a la humanidad vulnerable a la diabetes tipo 2 como una enfermedad pandémica de la civilización?  Según el estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, las respuestas son sí y sí.

    “Los procesos biológicos normalmente evolucionan para ser robustos, y esto nos protege en la mayoría de los casos de defectos de nacimiento y enfermedades”, dijo Michael Weiss, MD, PhD, Profesor Distinguido de la Facultad de Medicina de IU e investigador principal del estudio. “Sin embargo, la diabetes parece ser una excepción”.

  • ¿De qué hablamos cuando hablamos de veganismo?

    Jacqueline Guzmán, vocera en Argentina de la ONG internacional Million Dollar Vegan indicó los beneficios de consumir alimentos de origen vegetal no solo para el ser humano, si no también para el medioambiente, además reducir el sufrimiento animal y en este contexto, erradicar el riesgo de nuevas pandemias.

    Es innegable que los animales tienen la capacidad de sufrir y de tener experiencias de vida positivas. Lo vemos a diario en los animales de compañía con los que vivimos. Sin embargo, cada año, 70 mil millones de animales terrestres y miles de millones de peces son asesinados para ser transformados en alimento. Desde un punto de vista ético, el veganismo aboga por su defensa y protección, además de su inclusión en una agenda política y cultural que los considere como sujetos de derecho.

    Sabemos que los animales son amontonados en ambientes oscuros y sucios. Pasan sus vidas encerrados, hacinados entre sí y con sus propios desechos. Son separados de sus crías, soportan ciclos mecánicos de inseminación, tortura y reproducción, muchas veces sin anestesia. Estos espacios son propicios para el surgimiento de enfermedades zoonóticas como el coronavirus, en donde la inmunidad debilitada por el estrés que sufren los animales al vivir en estas condiciones lleva a que los virus muten y pasen a los humanos.

    Cada paso de la producción de carne, leche y huevos es responsable del 14,5 por ciento de todas las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el humano. Los investigadores ambientales afirman que la mejor manera de minimizar nuestro impacto climático es la eliminación del consumo de productos de origen animal, junto con la reducción de nuestro uso de combustibles fósiles, como carbón y petróleo.

    Además, esta industria depende de otras industrias perjudiciales para las comunidades: monocultivos tóxicos de soja y maíz que avanzan sobre bosques y poblaciones originarias, incendiando y deforestando todo a su paso. En Latinoamérica, la industria ganadera destruye 2,71 millones de hectáreas de bosque tropical cada año.

    A diferencia de lo que se cree, el consumo de alimentos de origen animal está asociado a las principales causas de muerte por enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular, algunos tipos de cáncer y diabetes tipo 2, por lo cual una alimentación que incluya productos de origen vegetal garantiza un estilo de vida más sano. Existe suficiente alimento para criar a tantos animales, y aún así, el derecho al acceso a alimentos saludables y económicos no está garantizado a toda la población humana.

    Aprovechemos este día para repensar nuestros hábitos de consumo, cuestionar la explotación y el sufrimiento animal con el objetivo de adaptarnos a una forma de vida más amigable con otros seres con los que compartimos el planeta. Una forma de vida que considere el impacto medioambiental de la producción ganadera a nivel global en las comunidades y su rol protagónico en el cambio climático, que tenga en cuenta el riesgo de exponernos a nuevas pandemias, que reflexione sobre la salud de la humanidad y sobre la desigualdad en la distribución de los alimentos.

  • Más evidencia de los beneficios del omega-3 para el corazón

    Un estudio realizado en España por investigadores del Hospital e Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol (IGTP) y del Instituto de Investigaciones Médicas Hospital del Mar (IMIM) ha demostrado que el consumo regular de alimentos ricos en ácidos grasos omega-3, tanto de origen animal como vegetal, fortalece las membranas del corazón y ayuda a mejorar el pronóstico tras un infarto de miocardio.

    Para la investigación se utilizaron datos de 950 pacientes. Los niveles de omega-3 en la sangre de estas personas se determinaron al momento de ingresar al hospital para recibir atención por el ataque cardíaco. El parámetro estudiado indica, con mucha precisión, cuántas de estas grasas habían ingerido los pacientes en las semanas previas a la toma de muestras, es decir, antes del infarto.

    Los pacientes fueron monitoreados durante tres años después de ser dados de alta y los investigadores observaron que tener altos niveles de omega-3 en la sangre en el momento del infarto, que se habían consumido en las semanas previas al evento, se asoció con un menor riesgo de complicaciones.

    Los beneficios de los ácidos grasos omega-3

    El ácido eicosapentaenoico (EPA) es un tipo de ácido graso omega-3 que se encuentra en el pescado azul. Cuando comemos pescado azul con regularidad, el EPA se incorpora a los fosfolípidos de las membranas de los cardiomiocitos, protegiéndolos de una amplia variedad de factores estresantes cardíacos. Este enriquecimiento de las membranas miocárdicas limita el daño causado en caso de infarto.

    La principal novedad de este estudio es que también se centró en otro ácido graso omega-3, de origen vegetal, conocido como ácido alfa-linolénico (ALA). Esta grasa, que se encuentra en las nueces, así como en la soja y sus derivados, está mucho menos estudiada que los omega-3 marinos. Los investigadores observaron que EPA y ALA no compiten, sino que son complementarios entre sí. Si bien los niveles altos de EPA están asociados con un menor riesgo de reingreso hospitalario por causas cardiovasculares, los niveles más altos de ALA están asociados con un riesgo reducido de muerte.

    Antoni Bayés, director clínico de Cardiología de Germans Trias, concluyó: “La incorporación de omega-3 marinos y vegetales en la dieta de los pacientes con riesgo de enfermedad cardiovascular es una estrategia integradora para mejorar tanto su calidad de vida como su pronóstico si sufren un infarto” .

    Omega-3: dónde encontrarlo

    “Los ácidos grasos omega-3 hacen un aporte indispensable a nuestra salud, ayudando a combatir enfermedades cardiovasculares como fibrilación auricular, aterosclerosis, trombosis, inflamación y muerte cardíaca súbita, entre otras, así como diabetes, cáncer, depresión, deterioro cognitivo relacionado con la edad y diversas enfermedades mentales. Además, desempeñan un papel importante en la alteración de los perfiles de lípidos en sangre y la composición de lípidos de la membrana. También regulan las concentraciones de triglicéridos, lo que permite balancear los niveles de colesterol en el organismo”, explica la médica especialista en nutrición Virginia Busnelli, directora médica de CRENYF y directora académica de CEAR.

    Los ácidos grasos poliinsaturados (PUFAs) omega-3 incluyen ALA, ácido estearidónico (SDA), EPA, ácido docosapentaenoico (DPA) y ácido docosahexaenoico (DHA), precisa la especialista y subraya que “en ningún caso el cuerpo es capaz de producirlos, por lo que una correcta dieta alimenticia o la incorporación de suplementos dietarios a nuestra rutina se vuelven esenciales para adquirirlos”.

    El omega-3 puede provenir de origen animal (EPA y DHA) o de origen vegetal (ALA). “En el primer caso, los mayores aportes se hallan en el hígado de pescados blancos magros como el bacalao y el fletán, el cuerpo de pescados grasos como la caballa, lacha y el salmón, y la grasa de mamíferos marinos como focas y ballenas. Por su parte, el segundo grupo se suele encontrar en semillas, frutos secos y algunos aceites vegetales como la chía, el lino, nueces, canola, echium, azafrán, girasol, maíz y soja”, destacó Busnelli.

  • El tratamiento con metformina para la diabetes tipo 2, vinculado a un deterioro cognitivo más lento

    Una nueva investigación, realizada durante seis años en el Sydney Memory and Aging Study y dirigida por investigadores del Instituto Garvan de Investigación Médica y el Centro para el Envejecimiento Cerebral Saludable, en Syndey, ha revelado un nuevo efecto de la metformina según el cual las personas con diabetes tipo 2 que lo usaron experimentaron un deterioro cognitivo más lento con una menor tasas de demencia que aquellos que no usaron el medicamento.

    Los hallazgos, que se publicaron en la revista ‘Diabetes Care’, brindan una nueva esperanza para un medio de reducir el riesgo de demencia en las personas con diabetes tipo 2 y, potencialmente, en las personas sin diabetes, que suman casi 47 millones de personas en todo el mundo.

    “Hemos revelado el nuevo potencial prometedor de un medicamento seguro y ampliamente utilizado, que podría cambiar la vida de los pacientes en riesgo de demencia y sus familias, dice la primera autora, la profesora Katherine Samaras, líder del tema de investigación sobre el envejecimiento saludable en el Instituto Garvan y endocrinóloga del Hospital St Vincent de Sydney. Para aquellos con diabetes tipo 2, la metformina puede agregar algo más a la reducción estándar de glucosa en cuidado de la diabetes: un beneficio para la salud cognitiva”.

    Durante la investigación, se analizaron los datos de 123 participantes que tenían diabetes tipo 2 y 67 recibieron metformina para reducir los niveles de azúcar en sangre. Los investigadores probaron la función cognitiva cada dos años, utilizando evaluaciones detalladas que midieron la cognición en una serie de capacidades, incluida la memoria, la función ejecutiva, la atención y la velocidad, y el lenguaje.

    Los hallazgos revelaron que las personas con diabetes tipo 2 que tomaban metformina tenían un deterioro cognitivo significativamente más lento y un menor riesgo de demencia en comparación con las que no tomaban metformina. 

    La metformina es el tratamiento de primera línea para la mayoría de los casos de diabetes tipo 2 y uno de los medicamentos más comúnmente recetados en todo el mundo, y millones de personas lo utilizan para optimizar sus niveles de glucosa en sangre.

    La diabetes tipo 2 ocurre cuando el cuerpo ya no puede producir suficiente insulina para satisfacer sus necesidades, lo que deja a las personas afectadas incapaces de mantener los niveles de glucosa en sangre dentro de un rango normal. Esto puede provocar complicaciones de salud a largo plazo, incluido el deterioro cognitivo.

    “A medida que envejecen, las personas que viven con diabetes tipo 2 tienen un asombroso 60% de riesgo de desarrollar demencia, una afección devastadora que afecta el pensamiento, el comportamiento, la capacidad para realizar las tareas diarias y la capacidad para mantener la independencia. Esto tiene una inmensa influencia personal, familiar, impactos económicos y sociales”, dice la profesora Samaras.

    Los estudios realizados durante la última década han revelado evidencia del beneficio de la metformina en el cáncer, las enfermedades cardíacas, el síndrome de ovario poliquístico y el control del peso. Si bien el estudio actual sugiere que la metformina puede tener beneficios cognitivos para las personas que viven con diabetes tipo 2, los investigadores dicen que también puede beneficiar a las personas en riesgo de deterioro cognitivo en general.

    “Para establecer un efecto definitivo, ahora estamos planeando un gran ensayo controlado aleatorio de metformina en personas con riesgo de demencia y evaluar su función cognitiva durante tres años, anuncia Samaras. Esto puede traducirse en que podamos reutilizar este medicamento barato con una seguridad sólida perfil para ayudar a prevenir el deterioro cognitivo en las personas mayores”.

    Por su parte, el profesor Perminder Sachdev, autor principal del estudio y codirector de CHeBA, apunta que, “si bien un estudio observacional no proporciona una ‘prueba’ concluyente de que la metformina protege contra la demencia, sí nos anima a estudiar este y otros tratamientos antidiabéticos para la prevención de la demencia. Incluso se ha sugerido que la metformina es antienvejecimiento. La pregunta intrigante es si la metformina es útil en personas con un metabolismo normal de la glucosa –se cuestiona–. Es evidente que se necesita más investigación”.

  • Una mayor ingesta de hidratos de carbono reduciría el daño muscular en corredores de maratón de montaña

    Es conocida la elevada demanda fisiológica y metabólica que presentan los deportes como lo son las maratones, principalmente de montañas, debido a factores propios de esta actividad -intensidad moderada-alta, duración, consumo energético, demandas físicas, etc.- y con el entorno en que se practican -altitud e hipoxia o déficit de oxígeno, terreno irregular, condiciones meteorológicas adversas, etc.-.

    En un estudio publicado en la revista ‘Nutrients’, un amplio equipo de investigadores ha comprobado que una ingesta de carbohidratos mayor a la recomendada reduce el daño muscular y proporciona otros efectos beneficiosos.

    El equipo de investigadores ha analizando los efectos de ingestas superiores a las recomendadas (120 gramos de hidratos de carbono cada hora frente a los 60-90 gramos recomendados en esfuerzos superiores a las 2,5 horas) y evaluando su efecto sobre el daño muscular y en la respuesta metabólica tras una maratón de montaña.

    “En este tipo de deportes está bien documentado el daño muscular y algunos estudios han analizado el efecto de la ingesta de distintos nutrientes. No obstante, éstos han utilizado una ingesta conjunta de hidratos de carbono y proteína, pero la cantidad de los primeros es muy inferior a las recomendaciones”, comenta Juan Mielgo Ayuso, investigador de la UVa (España) y coautor de este trabajo.

    Los investigadores observaron a 20 corredores de élite masculinos de maratón de montaña con diferentes ingestas de carbohidratos (60, 90 y 120). Además, midieron variables del rendimiento y bioquímicas relacionadas con el daño muscular y la carga metabólica pre y post maratón, para evaluar el efecto de las distintas cantidades de hidratos en los parámetros analizados.

    Los resultados del trabajo señalarían una relación entre los corredores que realizaron una ingesta superior (120 gramos de hidratos de carbono cada hora) con una menor incidencia de daño muscular y carga metabólica, así como de carga interna del ejercicio. 

    “Una importante conclusión que obtuvimos es la tolerancia y la posibilidad de ingerir cantidades superiores a los 90 gramos de carbohidratos cada hora, consideradas hasta el momento como límite en la literatura científica”, señala además el investigador. 

  • Las personas que viven cerca de industrias contaminantes tienen un mayor riesgo de padecer cáncer colorrectal

    Investigadores del CIBER de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) en el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III, han investigado si el hecho de residir cerca de industrias contaminantes podría tener una influencia en la frecuencia del cáncer colorrectal.

    Los resultados del estudio, publicado recientemente en Environment International, sugieren un incremento del riesgo de este tipo de cáncer en personas que viven cerca de determinadas industrias.

    Aunque el cáncer colorrectal es el tercer tumor maligno más frecuente en hombres y el segundo en mujeres a nivel mundial, los factores de riesgo modificables conocidos, como son el elevado consumo de carnes rojas y procesadas, tabaco, consumo excesivo de alcohol, obesidad o sedentarismo, explicarían en torno al 45-58% de los casos observados. Por tanto, los investigadores apuntan la posibilidad de que puedan existir otros factores que serían responsables de la variación restante.

    “La proximidad residencial a instalaciones industriales que emiten sustancias tóxicas al medio ambiente y generan residuos peligrosos podría ser una fuente potencial de exposición a carcinógenos reconocidos y sospechosos relacionados con un incremento en el riesgo de cáncer colorrectal” afirma Marina Pollán, directora científica del CIBERESP y una de las coordinadoras del estudio.

    En esta investigación, participaron 557 personas con cáncer colorrectal (casos) y 2948 personas sanas (controles) de 11 provincias españolas, a las que se les proporcionó un cuestionario epidemiológico que incluía información sobre historia personal, familiar, residencial y laboral. Por otro lado, los datos sobre contaminación industrial se obtuvieron del Registro Estatal de Emisiones Contaminantes, que incluyó información sobre cantidades de emisiones de contaminantes y localización geográfica de 134 instalaciones industriales ubicadas en las zonas de estudio.

    Para evaluar el exceso de riesgo en el entorno de las industrias se geocodificaron los domicilios de los participantes del estudio y las instalaciones industriales, y se calculó la distancia entre ellos. Finalmente, se comparó si existía una mayor proporción de casos de cáncer colorrectal frente a controles sanos en las áreas próximas a industrias (entre 1 km y 3 km) que en la zona de referencia (3 km) donde no existía ningún foco industrial cerca.

    Los resultados mostraron un exceso de riesgo en el conjunto de todas las industrias, que osciló entre un 26% (para un radio de 3 km) y un 103% (para un radio de 1 km), y las industrias que emitieron contaminantes al aire mostraron un mayor riesgo que aquellas que sólo emitieron contaminantes al agua. En particular, se detectaron asociaciones significativas entre riesgo de cáncer colorrectal y proximidad residencial a: industrias del metal (producción/tratamiento de metales y tratamiento de superficies metálicas y plásticas), instalaciones de fabricación de vidrio y fibras minerales, industria química (producción de químicos orgánicos e inorgánicos), instalaciones de fabricación de alimentos y bebidas e instalaciones de tratamiento de superficies con disolventes orgánicos; e industrias emisoras de determinados carcinógenos reconocidos y sospechosos (arsénico, cadmio, cromo, níquel, diclorometano, plomo, material particulado PM10 y partículas totales en suspensión) y otras sustancias tóxicas (antimonio, cobre, manganeso, compuestos organoestánicos, vanadio, zinc, naftaleno, compuestos orgánicos volátiles distintos del metano y nonilfenol).

    Los autores del estudio, liderados por Javier García-Pérez y Marina Pollán, recalcan que al interpretar los resultados es importante tener en cuenta que la distancia a las industrias es solamente una medida “aproximada” de exposición, que podría no reflejar de forma adecuada la exposición real. “Nuestro trabajo pone de manifiesto un exceso de riesgo en el entorno de estas instalaciones y aunque algunos de los resultados obtenidos son coherentes con estudios realizados en el laboratorio, son necesarios estudios adicionales que afinen en la medida de exposición a la hora de extraer conclusiones. El estudio supone un primer paso en un área de gran interés y difícil de abordar en estudios epidemiológicos”, señalan los investigadores.

  • El cambio que hace “curable” un cáncer de pulmón mayoritariamente letal

    Un equipo de investigadores españoles ha descubierto que la administración de quimio-inmunoterapia antes de operar un cáncer de pulmón aumenta de una forma significativa la tasa de supervivencia de los pacientes; un cambio que vuelve “curables” tumores que en su mayoría son “letales” en la actualidad

    La investigación, que según sus autores es pionera a nivel mundial, arroja resultados en supervivencia que duplican los obtenidos hasta ahora con el tratamiento tradicional para tratar ese tipo de tumores.

    El estudio se ha centrado en los pacientes con cáncer de pulmón en estadios intermedios, aquellos que pueden ser operados, pero en los que el tumor ya se ha diseminado a ganglios circundantes.

    “Estamos hablando de volver curables tumores potencial y mayoritariamente letales”, ha afirmado el doctor Mariano Provencio, presidente del Grupo e investigador principal.

    El estudio ha arrojado datos muy esperanzadores para este tipo de pacientes: el 89,9% de los pacientes incluidos en el estudio sobrevivió a los dos años y un 77% no tuvo progresión de la enfermedad en este periodo. Además, un 63,4% de los pacientes incluidos tuvo una respuesta patológica completa del tumor cuando se realizó la cirugía.

    “Estas tasas suponen casi el doble de supervivencia de lo registrado hasta ahora con el abordaje tradicional. Esto es importante porque sólo un 30 por ciento de los pacientes sobrevivía a los tres años”, ha precisado el presidente del GECP.

    El estudio también ha evaluado la seguridad de este esquema de tratamiento y los investigadores han concluido que es seguro.

    “Los efectos secundarios del tratamiento sólo se dieron en el 30 por ciento de los pacientes y no interfirieron en la cirugía posterior”, ha explicado Mariano Provencio.

    Los investigadores consideran además que esta estrategia proporciona protección al paciente ya que la presencia de la masa tumoral completa al inicio de la inmunoterapia permite la inducción de una respuesta antitumoral adaptativa más fuerte y el desarrollo temprano de la memoria inmune que puede proporcionar protección a largo plazo al paciente.

    Sin embargo los especialistas han resaltado que el cáncer de pulmón, pese a diagnosticarse en estadios localmente avanzados, es una enfermedad “terminal”, con pocas perspectivas de supervivencia a largo plazo.

    Mariano Provencio ha subrayado que “las investigaciones hasta ahora se habían focalizado en fases avanzadas del tumor, por lo que en los últimos 20 años no había habido ningún avance”. “Este estudio es la primera investigación a nivel mundial que ha analizado los beneficios (viabilidad, seguridad, eficacia y supervivencia) de administrar quimio-innumoterapia antes de cirugía a pacientes con cáncer de pulmón en estadios iniciales o localmente avanzados”, ha destacado Provencio.

    Y ha recordado que hasta ahora no se había testado la eficacia de este tratamiento y los pronósticos de supervivencia y curación en este grupo de pacientes (el 20% de todos los casos) “eran muy pobres”.

  • La infodemia no se detiene

    Un estudio reveló que el 82% de las personas en el mundo se informan por redes sociales sobre COVID-19. Se pueden detectar más de 3 mil millones de mensajes y más de 100 mil millones de publicaciones que utilizan #covid19, #coronavirus y otras etiquetas similares

    La Organización Mundial de la Salud creó el término Infodemia para describir la propagación de la desinformación sobre el virus de COVID-19. Informarse a través de redes sociales ha impedido a muchas personas, encontrar recursos fiables y obtener noticias claras.

    La expansión veloz  de la información y sus peligrosas consecuencias, unieron al concierto internacional de entidades en acciones puntuales. Por ejemplo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicación (Mitic) de Paraguay lanzaron la iniciativa Chake Fake News. Lo mismo ocurrió con El Centro de Información de las Naciones Unidas para México (CINU) y el Sistema Público de Radiodifusión (SPR) del Estado Mexicano quienes firmaron una alianza para frenar la propagación de noticias falsas dando vida a un sello de verificación.

    Se pudo observar que las palabras más usadas en términos de salud mental en todos los ámbitos de la ciencia, tanto en organismos internacionales como a los médicos a cargo de la atención primaria son aislamiento, desconocimiento, estrés, ansiedad y depresión. De hecho, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en una rueda de prensa virtual destacó que la pandemia del COVID-19 causó una “crisis de salud mental” sin precedentes en todo el continente americano.

    En Latinoamérica, donde las enfermedades mentales ya eran “una epidemia silenciosa”, algunas personas se han visto especialmente afectadas. “La pandemia de COVID-19 ha provocado una crisis de salud mental en nuestra región a una escala que nunca antes habíamos visto”, dijo Carissa Etienne, directora de la OPS, oficina regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

    Encuestas en Estados Unidos, Brasil y México muestran que aproximadamente la mitad de los adultos están estresados por la emergencia sanitaria. Esto ha incrementado el consumo de drogas y alcohol, exacerbando en algunos casos los problemas de salud mental. 

    Las redes sociales pueden provocar una sobrecarga de información errónea o confusa, lo que a su vez puede provocar problemas de salud mental. La OMS señaló que la identificación de los factores subyacentes del miedo, la ansiedad y el estigma que alimentan la desinformación y los rumores, se da especialmente a través de las redes sociales.

    Un equipo liderado por Junling Gao del Instituto de Comunicación de Salud de Fudan de Shanghai, China, decidió trabajar sobre la inmersión en redes sociales en búsqueda de datos sobre el virus.

    El presente estudio tuvo como objetivo describir la prevalencia y distribución de dos trastornos mentales principales: ansiedad y depresión, y examinar sus asociaciones con la exposición a las redes sociales mediante una evaluación rápida durante el brote de COVID-19.

    Fueron 4827 los participantes con una edad promedio de 32, 67,7% eran mujeres y 47,9% tenían entre 21 y 30 años. El 62,2% contaban con educación universitaria, más de la mitad de ellos estaban casados. Solo el 5,2% de ellos eran trabajadores de la salud. La mayoría de ellos reportaron una salud “excelente” (43,9%) o “muy buena” (45,6%).

    Los análisis encontraron que la proporción de trastornos frecuentes entre los hombres (78,4%) fue menor que entre las mujeres (83,8%), la proporción más frecuente se registró entre los jóvenes (-30 años). La prevalencia de depresión fue del 48,3% y las probabilidades eran mayores entre los que tenían entre 21 y 30 años. Y la prevalencia de ansiedad fue del 22,6%, en tanto la combinación de depresión y ansiedad fue del 19,4%. El estudio demostró que las probabilidades ajustadas de depresión son mayores entre los de 31 a 40 años. Las probabilidades de depresión entre los participantes solteros fue menor que entre los casados.

    Los especialistas indicaron que “las redes sociales son uno de los principales canales que actualizan la información de COVID-19. El 82,0% de los participantes se exponen con frecuencia a las redes sociales, y percibieron altas probabilidades de ansiedad, lo que es consistente con estudios previos. Puede haber dos razones que expliquen la asociación entre los espacios digitales y la salud mental. Durante el brote de COVID-19, la desinformación y los informes falsos sobre el virus han bombardeado la web y han avivado temores infundados entre muchos internautas, que pueden confundir a las personas y dañar su salud mental”.

    Independientemente de la transmisión de información, muchos ciudadanos expresaron sus sentimientos negativos, como miedo, preocupación, nerviosismo, ansiedad en las redes sociales, que las transformaron en una especie de canal de “contagio” de salud mental.

    “Nuestros hallazgos interpelan a los gobiernos para lograr transmisión más eficiente y empática de las novedades, además de instar a acrecentar los servicios de salud mental a través de varios canales que incluyen línea directa, consulta en línea, curso en línea y consulta ambulatoria, pero se debe prestar más atención a la depresión y la ansiedad. La siguiente implicación es combatir la ‘infodemia’ monitoreando y filtrando información falsa y promoviendo información precisa a través de colaboraciones transversales”.