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  • Más evidencia de los beneficios del omega-3 para el corazón

    Un estudio realizado en España por investigadores del Hospital e Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol (IGTP) y del Instituto de Investigaciones Médicas Hospital del Mar (IMIM) ha demostrado que el consumo regular de alimentos ricos en ácidos grasos omega-3, tanto de origen animal como vegetal, fortalece las membranas del corazón y ayuda a mejorar el pronóstico tras un infarto de miocardio.

    Para la investigación se utilizaron datos de 950 pacientes. Los niveles de omega-3 en la sangre de estas personas se determinaron al momento de ingresar al hospital para recibir atención por el ataque cardíaco. El parámetro estudiado indica, con mucha precisión, cuántas de estas grasas habían ingerido los pacientes en las semanas previas a la toma de muestras, es decir, antes del infarto.

    Los pacientes fueron monitoreados durante tres años después de ser dados de alta y los investigadores observaron que tener altos niveles de omega-3 en la sangre en el momento del infarto, que se habían consumido en las semanas previas al evento, se asoció con un menor riesgo de complicaciones.

    Los beneficios de los ácidos grasos omega-3

    El ácido eicosapentaenoico (EPA) es un tipo de ácido graso omega-3 que se encuentra en el pescado azul. Cuando comemos pescado azul con regularidad, el EPA se incorpora a los fosfolípidos de las membranas de los cardiomiocitos, protegiéndolos de una amplia variedad de factores estresantes cardíacos. Este enriquecimiento de las membranas miocárdicas limita el daño causado en caso de infarto.

    La principal novedad de este estudio es que también se centró en otro ácido graso omega-3, de origen vegetal, conocido como ácido alfa-linolénico (ALA). Esta grasa, que se encuentra en las nueces, así como en la soja y sus derivados, está mucho menos estudiada que los omega-3 marinos. Los investigadores observaron que EPA y ALA no compiten, sino que son complementarios entre sí. Si bien los niveles altos de EPA están asociados con un menor riesgo de reingreso hospitalario por causas cardiovasculares, los niveles más altos de ALA están asociados con un riesgo reducido de muerte.

    Antoni Bayés, director clínico de Cardiología de Germans Trias, concluyó: “La incorporación de omega-3 marinos y vegetales en la dieta de los pacientes con riesgo de enfermedad cardiovascular es una estrategia integradora para mejorar tanto su calidad de vida como su pronóstico si sufren un infarto” .

    Omega-3: dónde encontrarlo

    “Los ácidos grasos omega-3 hacen un aporte indispensable a nuestra salud, ayudando a combatir enfermedades cardiovasculares como fibrilación auricular, aterosclerosis, trombosis, inflamación y muerte cardíaca súbita, entre otras, así como diabetes, cáncer, depresión, deterioro cognitivo relacionado con la edad y diversas enfermedades mentales. Además, desempeñan un papel importante en la alteración de los perfiles de lípidos en sangre y la composición de lípidos de la membrana. También regulan las concentraciones de triglicéridos, lo que permite balancear los niveles de colesterol en el organismo”, explica la médica especialista en nutrición Virginia Busnelli, directora médica de CRENYF y directora académica de CEAR.

    Los ácidos grasos poliinsaturados (PUFAs) omega-3 incluyen ALA, ácido estearidónico (SDA), EPA, ácido docosapentaenoico (DPA) y ácido docosahexaenoico (DHA), precisa la especialista y subraya que “en ningún caso el cuerpo es capaz de producirlos, por lo que una correcta dieta alimenticia o la incorporación de suplementos dietarios a nuestra rutina se vuelven esenciales para adquirirlos”.

    El omega-3 puede provenir de origen animal (EPA y DHA) o de origen vegetal (ALA). “En el primer caso, los mayores aportes se hallan en el hígado de pescados blancos magros como el bacalao y el fletán, el cuerpo de pescados grasos como la caballa, lacha y el salmón, y la grasa de mamíferos marinos como focas y ballenas. Por su parte, el segundo grupo se suele encontrar en semillas, frutos secos y algunos aceites vegetales como la chía, el lino, nueces, canola, echium, azafrán, girasol, maíz y soja”, destacó Busnelli.

  • Cuidar el corazón: lo que sí debes y lo que no

    Con ocasión del Día mundial del Corazón, el 29 de septiembre, los cardiólogos recuerdan que las dolencias asociadas a su mal funcionamiento, las cardiovasculares, constituyen la primera causa de muerte en el mundo, por delante del cáncer y las enfermedades respiratorias.

    Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) los fallecimientos ascienden a 17,5 millones al año en el mundo. El  80 % de los infartos y accidentes cerebrovasculares prematuros son prevenibles. Pero las dolencias pueden no aparecer hasta que la enfermedad esté muy avanzada.

    La Fundación Española del Corazón indica que contamos con herramientas para cuidar el corazón y ganar la batalla, empezando por nosotros mismos.

    Gregorio Varela, catedrático de Nutrición de la Universidad CEU- San Pablo y presidente de la Fundación Española de Nutrición, ha explicado que se conocen un 70 % de las causas por las cuales se puede tener un problema cardiovascular. De este 70 por ciento de factores conocidos, ajenos a la genética, prácticamente un 60 % corresponden a alimentación y estilos de vida. De ellas, se conoce mejor la influencia de los factores dietéticos y estilos de vida y por lo tanto se puede intervenir.

    La alimentación saludable es uno de los pilares de la prevención cardiovascular porque a través de lo que comemos podemos mejorar nuestra salud cardiovascular. Pero al contrario, también podemos perjudicarla si elegimos productos poco saludables, con alto contenido en grasas saturadas, azúcar o sal. Por eso, es importante reducir el consumo de bebidas y zumos azucarados recordando que la opción más recomendable es el agua. Limitar el consumo de alimentos procesados y envasados, ya que suelen tener un alto contenido en sal, azúcar y grasa. E incluir en la alimentación pescados, legumbres y frutos secos, estos últimos en pequeñas cantidades.

    Gregorio Varela indica que hasta hace pocos años únicamente se hablaba de la cantidad total de grasas que se debían ingerir, y se decía que no debía superarse el 30 % del total de las calorías ingeridas. Pero cuando se pudo cuantificar y analizar el tipo de grasas en los alimentos, es cuando se empezó a hablar de los ácidos grasos saturados, los  polinsaturados y los monoinsaturados.

    “Los que normalmente han sido los malos de la película, entre comillas, son las grasas saturadas, y digo han sido porque ahora ya tampoco se puede simplificar y decir que todas las grasas saturadas son malas y desterrémoslas”.

    En su conjunto, advierte el nutricionista, las grasas saturadas serían las más perjudiciales desde el punto de vista de la salud cardiovascular y no deberían suponer más de un 8 o 10 % del total de las kilocalorías que ingerimos cada día. Estas grasas se encuentran en alimentos de origen animal, carnes rojas 0 carnes procesadas como los embutidos.

    Junto a la alimentación saludable, el ejercicio se destaca como el otro elemento de la ecuación para cuidar tu corazón, tener un mejor estado de salud general y cardiovascular en particular.

    Realizando al menos 30 minutos de actividad física moderada o intensa cinco veces a la semana, o bien al menos 75 minutos de actividad física vigorosa repartida a lo largo de la semana, estarás dándole vida a tu corazón. Lo importante es mantenerse en movimiento y activo.

    El riesgo a padecer una enfermedad coronaria también se reduce sustancialmente dejando de fumar. Además dejar de fumar mejora tu salud, tu calidad de vida y también la de aquellos que te rodean.

    Todos los cardiólogos coinciden en señalar al estrés como otro gran enemigo del corazón. Es un factor de riesgo indirecto porque aumenta la probabilidad de sufrir enfermedades como la obesidad, la diabetes, el tabaquismo o el sedentarismo.

    Y se ha observado que el estrés es un desencadenante de accidentes cardiovasculares en personas con un alto riesgo o que hayan sufrido algún evento antes.

    Para controlar el estrés es importante aprender a identificarlo, además de seguir las adecuadas estrategias psicológicas que puede proporcionar un profesional. Y ayuda realizar actividad física de manera frecuente y seguir unos buenos hábitos de higiene del sueño.

    Las enfermedades cardiacas tienen diversas formas de manifestarse, y los síntomas van a depender de qué estructura del corazón esté implicada: los vasos sanguíneos, las válvulas, el músculo o el sistema eléctrico.

    El dolor torácico 

    Es la manifestación principal en caso de infarto de miocardio o angina de pecho, y se caracteriza por un dolor similar a un peso o presión en la zona del esternón, que no se modifica con los movimientos o la respiración.

    Suele aparecer de forma súbita y no desaparece si se está produciendo un infarto, mientras que suele desencadenarse con el esfuerzo y cede con el reposo en 10-15 minutos en caso de la angina.

    Es habitual que el dolor se extienda hacia el brazo izquierdo, pero también hacia el cuello, la mandíbula y la espalda..

    En caso de infarto es frecuente que el dolor se asocie a un intenso malestar, sudor frío y náuseas o vómitos.

    Disnea o sensación de ahogo o fatiga

    Aparece inicialmente con el esfuerzo, pero a medida que la enfermedad progresa surge con pequeñas actividades.

    Este síntoma puede estar presente en una gran cantidad de enfermedades cardiacas y por lo general traduce un estado avanzado de la enfermedad.

    Palpitaciones

    Consisten en la percepción anómala de los latidos cardíacos, que pueden estar acelerados, enlentecidos o incluso ausentes.

    Dependiendo del tipo de arritmia y de la función cardiaca de la persona, pueden notarse solo las palpitaciones o pueden ir acompañadas de otros síntomas.

    Pérdida de conocimiento o mareos

    Acontece de forma brusca y sin notar síntomas previos.

    Puede reflejar situaciones graves, como un infarto de miocardio, una arritmia “maligna” o un enlentecimiento excesivo del ritmo del corazón.

  • La mortalidad por infarto de miocardio se duplica durante la pandemia

    La Asociación de Cardiología Intervencionista de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) publicó el estudio “Impacto de la COVID-19 en el tratamiento del infarto agudo de miocardio con elevación en el segmento ST. La experiencia española”, un registro que compara los datos de esta patología durante la pandemia respecto a los datos de 2019. El aumento de la mortalidad hospitalaria o la escasa combinación COVID-infarto son algunas de las conclusiones extraídas

    En el estudio se detectó una reducción en el tratamiento del infarto del 40 % en la primera semana de la pandemia, respecto a la semana previa al inicio de la crisis sanitaria (del 24 de febrero al 1 de marzo).

    Los expertos señalan que el miedo a un posible contagio al acudir al hospital durante el período álgido de la expansión del virus es lo que explicaría ese descenso.

    El registro compara los procedimientos, resultados hospitalarios y características de los pacientes. Para ello, han contado con la colaboración de 75 hospitales españoles. Se dividió a los pacientes en dos cohortes (grupos), según se les hubiera tratado antes o después de la pandemia. En el primero se incluyeron a personas tratadas desde el 1 de abril al 30 de abril de 2019. El segundo, a los pacientes atendidos entre el 16 de marzo y el 14 de abril de 2020.

    El doctor Oriol Rodríguez Leor, cárdiólogo de la Unidad de Hemodinámica y Cardiología Intervencionista y primer firmante del estudio, afirma que la COVID-19 ha tenido un gran impacto sobre la mortalidad aguda por infarto. “La mortalidad hospitalaria por esta causa prácticamente se ha doblado durante la pandemia frente al periodo previo”, sentencia.

    Este trabajo también señala un aumento del tiempo de isquemia, es decir, los minutos que transcurren desde que se inician los síntomas hasta la primera asistencia médica.

    Antes de la COVID-19 ese tiempo era de 200 minutos y durante la crisis sanitaria aumentó hasta los 233. “El tiempo de evolución del infarto determina el pronóstico tanto en términos de mortalidad aguda y a largo plazo como en términos de desarrollo de otras complicaciones”, indica Rodríguez Leor.

    El estudio de la SEC también refleja una disminución del número de pacientes con sospecha de infarto. Sin embargo, estos parámetros son más moderados que los resultados objetivados en el inicio del registro durante las primeras semanas de la pandemia.

    “Inicialmente observamos una reducción del 40 % que, posteriormente y con datos que se ampliaron a más semanas de la pandemia, se sitúo en un 28 % menos de pacientes con síntomas compatibles con infarto que no fueron asistidos”, afirma el cardiólogo.

    En cuanto a la forma de tratar a los pacientes con infarto no hubo diferencias. Más del 94 % fueron tratados con angioplastia primaria, tratamiento de elección del infarto agudo de miocardio.

    El registro también analizó datos relevantes respecto a la combinación infección por SARS-CoV-2 e infarto. El doctor Rodríguez Leor apunta que “solo el 6,2 % de los pacientes atendidos por infarto presentaban infección confirmada por el nuevo coronavirus”.