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  • Las bebidas azucaradas reducen la posibilidad de prevenir enfermedades cardiovasculares

    Una nueva investigación, realizada por la Universidad CEU San Pablo y publicada en la revista Molecular Nutrition and Food Research, revela cómo la fructosa influye en la producción de sulfuro de hidrógeno, que ejerce como agente protector contra patologías cardiovasculares.

    La ingesta de fructosa afecta la producción de sulfuro de hidrógeno, H2S, una molécula que ejerce en el organismo un papel protector contra el desarrollo de enfermedades cardiovasculares.

    “Resultó muy llamativo descubrir que el consumo de fructosa en el agua de bebida tan solo durante 21 días consigue disminuir claramente la síntesis en el hígado de sulfuro de hidrógeno. Y más teniendo en cuenta que el hígado es el principal productor de dicho gasotransmisor en el organismo”, apunta Carlos Bocos, líder del trabajo.

    “Sorprendentemente, dicha disminución de la capacidad del hígado en producir esta molécula beneficiosa era más evidente en los descendientes de madres que tomaron fructosa durante la gestación, mientras que la reducción era menos drástica en los hijos procedentes de madres que habían tomado glucosa o agua sin aditivos durante la gestación”, señala Bocos.

    El estudio, realizado en ratas embarazadas, demostró que según el tipo de carbohidrato ingerido durante la gestación, la respuesta de la descendencia al consumo de fructosa era distinta. Este aditivo se utiliza hoy para edulcorar multitud de alimentos procesados y de refrescos azucarados.

    El consumo excesivo de estos productos, y por tanto de fructosa, se ha relacionado con la aparición de enfermedades como la obesidad, la diabetes, e incluso enfermedades cardiovasculares o el síndrome metabólico. Además, se sabe que la alimentación de la madre durante la gestación repercute en la salud de la descendencia una vez adulta, a través de un proceso conocido como programación fetal.

    De hecho, como señala Bocos, en estudios anteriores ya se vio cómo “el consumo materno de fructosa incide negativamente en la descendencia y esta resulta más propensa al desarrollo de enfermedades metabólicas que los descendientes de madres que no consumieron fructosa u otro tipo de azúcar, como la glucosa”. A pesar de esto, el consumo elevado de alimentos ricos en fructosa no está desaconsejado en el embarazo.

    Implicaciones clínicas

    El H2S o sulfuro de hidrógeno es una molécula gaseosa, del grupo de los denominados gasotransmisores, con efectos muy diversos. Junto con el monóxido de carbono o el óxido nítrico que son también gasotrasmisores, ha mostrado claros efectos beneficiosos como agentes protectores contra enfermedades como la diabetes o la obesidad.

    Como explica Bocos, “puede mejorar la acción de la insulina en los tejidos y así combatir la diabetes; disminuir la acumulación hepática de grasa y el estrés oxidativo y así paliar el síndrome metabólico; relajar el endotelio vascular y reducir la inflamación o la agregación plaquetaria e impedir que se desarrolle el proceso aterogénico que desembocaría en una enfermedad cardiovascular; incluso, se ha descrito que tiene capacidad de reducir la presión arterial”.

    “El hecho de que el consumo de alimentos o refrescos ricos en fructosa reduzca la síntesis de H2S tiene unas claras e importantes implicaciones clínicas. Y más en la actualidad, ya que se ha comprobado que dichas enfermedades agravan la severidad de la covid-19”, detalla Bocos. Por ello, los investigadores recomiendan “disminuir en la dieta los alimentos que contengan fructosa, mediante un consumo preferente de comidas y bebidas de origen natural frente al de comidas procesadas, bollería industrial y refrescos azucarados”.

  • Cafeína y salud

    El café y el té se encuentran entre las bebidas más populares en todo el mundo y contienen cantidades sustanciales de cafeína, por lo que la cafeína es el agente psicoactivo más consumido. Ambas infusiones se han consumido durante miles de años y se convirtieron en una parte de las tradiciones culturales y la vida social. 

    Una gran cantidad de evidencia sugiere que el consumo de café, la principal fuente de ingesta de cafeína en adultos en los Estados Unidos, no aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y cáncer. De hecho, el consumo de 3 a 5 tazas de café estándar al día se ha asociado con un menor riesgo de varias enfermedades crónicas.

    Sin embargo, se ha demostrado que la ingesta alta de cafeína puede tener varios efectos adversos, y se han recomendado límites de 400 mg de cafeína por día para adultos y 200 mg por día para gestantes y lactantes.

    El café contiene cientos de fitoquímicos biológicamente activos, incluidos los polifenoles como el ácido clorogénico y los lignanos, el alcaloide trigonelina, las melanoidinas formadas durante el tostado y cantidades modestas de magnesio, potasio y vitamina B3 (niacina). Estos compuestos de café pueden reducir el estrés oxidativo, mejorar el microbioma intestinal, y modular el metabolismo de la glucosa y las grasas. Por el contrario, el diterpeno cafestol, que está presente en el café sin filtrar, aumenta los niveles de colesterol en suero.

    En dosis moderadas (40 a 300 mg), la cafeína puede antagonizar los efectos de la adenosina y reducir la fatiga, aumentar el estado de alerta y reducir el tiempo de reacción. También puede mejorar la vigilancia durante las tareas de larga duración que proporcionan una estimulación limitada como conducir largas distancias y volar aviones. Aunque estos beneficios mentales son más pronunciados durante la privación de sueño, la cafeína no puede compensar la disminución en el rendimiento después de la privación del sueño a largo plazo. 

    El consumo de cafeína puede inducir ansiedad, principalmente en aquellos que consumen dosis altas diariamente (200mg o 400mg por día) o en personas que sufren ansiedad o trastornos bipolares. En personas que consumen niveles altos de cafeína, puede provocarles efectos secundarios como inquietud, nerviosismo, disforia, insomnio, excitación, agitación psicomotora y un flujo de pensamiento y habla divagante.

    La cafeína en forma de bebidas energéticas y shots puede tener más consecuencias adversas por su alto consumo episódico debido a por ejemplo la popularidad entre los niños y adolescentes, que pueden ser los más vulnerables a los efectos de la cafeína;  la falta de conocimiento por parte de los consumidores sobre su contenido; los posibles efectos sinérgicos con otros componentes de las bebidas energéticas; y su combinación con consumo de alcohol.  También puede provocar problemas cardiovasculares a corto plazo, como el aumento de la presión arterial o palpitaciones. Por ese motivo es necesario evitar el consumo elevado de este tipo de cafeínas o su ingesta en combinación con alcohol. 

    Muchos estudios han examinado el consumo de café y cafeína en relación con los riesgos de enfermedades coronarias y accidentes cerebrovasculares. Los resultados indican que el consumo de hasta 6 tazas estándar de café con cafeína filtrado por día, en comparación con su no consumo, no está asociado con un mayor riesgo de estos resultados cardiovasculares en la población general o entre personas con antecedentes de hipertensión, diabetes o enfermedades cardiovasculares. De hecho, el consumo de café se asocia con un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares.

    Estudios metabólicos sugieren que la cafeína puede mejorar el equilibrio energético al reducir el apetito y aumentar la tasa metabólica basal y la termogénesis inducida por los alimentos. Sin embargo, las bebidas con cafeína que son altas en calorías, como los refrescos y las bebidas energéticas y el café o el té con azúcar agregada, pueden provocar un aumento de peso excesivo.

    La ingesta de cafeína puede también reducir la sensibilidad a la insulina a corto plazo, según lo evaluado con clamp euglucémico (por ejemplo, una reducción del 15% después de una dosis de 3 mg por kilogramo de peso corporal). Esto puede reflejar un efecto inhibidor de la cafeína en el almacenamiento de glucosa como glucógeno en el músculo y puede ser en parte el resultado de una mayor liberación de epinefrina.

    Se ha asociado el consumo de café con un menor riesgo de cálculos biliares y de cáncer de vesícula biliar, con una asociación más fuerte para el café con cafeína que para el café descafeinado, lo que sugiere que la cafeína puede desempeñar un papel protector. La ingesta de café puede prevenir la formación de cálculos biliares en el colesterol al inhibir la absorción del líquido de la vesícula biliar, aumentar la secreción de colecistoquinina y estimular la contracción de la vesícula biliar. En cohortes estadounidenses, el consumo de café con cafeína y descafeinado se asoció con un riesgo reducido de cálculos renales.

    Sin embargo, los estudios sobre la ingesta de cafeína y los resultados de salud pueden tener varias limitaciones potenciales. Primero, las observaciones de los efectos agudos de la cafeína pueden no reflejar los efectos a largo plazo ya que se puede desarrollar tolerancia a la cafeína. En segundo lugar, los estudios epidemiológicos sobre la ingesta de cafeína y el riesgo de enfermedad crónica se ven afectados por factores de estilo de vida desfavorables como por ejemplo fumar. Tercero, el error de medición puede modificar la evaluación del consumo de cafeína. Hay variación en el tamaño de la taza, la concentración de café, el tipo de grano de café y las cantidades de azúcar y leche o crema agregadas al café que generalmente no se captan en los estudios epidemiológicos. 

    Por último es importante resaltar que todo varía según el metabolismo de cada individuo y la sensibilidad a la cafeína. 

    Actualmente no hay evidencia que garantice que la ingesta tanto de cafeína como de café sea eficaz para la prevención de enfermedades. Pero si se sugiere que el consumo de café o té puede ser parte de un estilo de vida saludable.