Etiqueta: Obesidad

  • Obesidad y microbiota

    Cuatro de cada 10 personas en el mundo tiene sobrepeso u obesidad, una cifra que va en aumento año tras año. Esta enfermedad, relacionada estrechamente con diversas patologías metabólicas, como la diabetes tipo 2, ocasiona un gran impacto sobre los sistemas de salud pública y unos cuatro millones de muertes anuales. Y por el momento no existen tratamientos realmente efectivos para combatirla.

    En este sentido, investigadores del Institut d’Investigació Sanitària Pere Virgili (IISPV) vinculados al hospital universitario de Tarragona Joan XXIII estudian si una molécula producida por la microbiota intestinal, llamada succinato, podría estar implicada en la obesidad. “Necesitamos comprender mejor por qué se produce esta enfermedad, porque solo así podremos dar con soluciones y diseñar mejores fármacos”, afirma Sonia Fernández, al frente del grupo de investigación Diamet (IISPV) que forma parte del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBERDEM), del Instituto de Salud Carlos III.

    Para ello, desde hace seis años investigan el papel que desempeña el succinato una molécula producida por las bacterias que tenemos en el intestino que cuando pasa a la sangre puede funcionar como una hormona. “Nuestra hipótesis es que es una señal que actúa en diferentes órganos para regular la homeostasis energética”, apunta la investigadora. En personas sanas, cuando esta molécula llega al hipotálamo enviaría una señal de saciedad para que dejemos de comer y, una vez en el tejido adiposo, regularía la captación de energía, principalmente de glucosa y lípidos, para que se almacenen de manera correcta. Sin embargo, cuando hay una enfermedad de fondo, como la obesidad, esta hormona se desregula.

    “La insulina tiene efectos muy beneficiosos para la salud. Ahora bien, en los pacientes con obesidad y con diabetes, los niveles de esta hormona se hallan muy incrementados y los órganos no responden bien a ella. Algo similar creemos que ocurre con el succinato”, apunta Fernández, que añade “si logramos entender cómo actúa en diferentes tejidos, seremos capaces de hallar dianas terapéuticas y nuevos fármacos para combatir la obesidad”.

  • El peligro de la cuentas fake sobre dietas

    La obesidad es una enfermedad crónica, se considera la epidemia del siglo XXI y existe una urgencia por combatirla. El aumento creciente del sobrepeso y la búsqueda constante de bajar rápido de peso y sin importar futuras consecuencias, potencia el incremento de cuentas de redes sociales que ofrecen soluciones mágicas.

    Sobre este peligro opinó para la Licenciada en Nutrición, Noel Argüello, especialista en sobrepeso y obesidad.

    La obesidad se asocia a múltiples complicaciones de salud como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión arterial y cáncer, entre otras. Las causas de la obesidad o el sobrepeso son múltiples pero las dos principales son la ingesta de alimentos de alto contenido calórico y el poco gasto calórico a través de la actividad física.

    A nivel mundial mueren 2,8 millones de personas a causa de esta enfermedad. En nuestro país, las cifras están en constante crecimiento. Los últimos resultados de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) que se conocieron en 2019, en base a datos de 2018, dejan constancia del aumento de la epidemia de la obesidad en Argentina.

    Estas cifras indican que el 61,6% de la población tiene exceso de peso; esto significa que 6 de cada 10 personas tienen sobrepeso. Esto mismo se traduce en que el 36,2% tiene sobrepeso y un 25,4% obesidad. Lo mismo ocurre en los niños y adolescentes. Las estadísticas indican que 4 de cada 10 de ellos tienen sobrepeso u obesidad.

    Este aumento creciente del sobrepeso y al mismo tiempo la búsqueda constante de bajar rápido de peso y sin importar futuras consecuencias, no hace más que potenciar el incremento de cuentas de redes sociales que ofrecen soluciones mágicas. El peligro de esto es que esos usuarios, que crecen a pasos agigantados, son administrados por personas que no están capacitadas y carecen de una matrícula que avale el ejercicio de vender planes de alimentación.

    Estas cuentas prometen a las personas adelgazar de manera rápida y fácil, sometiéndose a un déficit calórico. Si observamos el perfil de cada uno, en su mayoría no cuentan con imágenes propias. Son posteos y recetas copiadas de profesionales. El riesgo de seguir estas cuentas fake es creer en falacias y mentiras alimentarias.

    Algunas de las ideas que instalan son: que el jugo de limón desintoxica o depura, la fruta por la noche y beber agua en la comida engordan, las dietas de jugos o caldos son las más eficaces o indican que tomar agua de limón en ayunas ayuda a eliminar grasa.

    Lo cierto es que son todas creencias erróneas. Es ahí en donde empiezan a surgir los mitos alimentarios. Seguir estas recomendaciones, muchas veces puede ser perjudicial para la salud por eso es importante consultar a un profesional de la salud, para que pueda tener control del paciente y lo ayude a encontrar una mejor calidad de vida.

    Como nutricionista me preocupa y ocupa la comunicación responsable. Estoy en contra de la demonización de los alimentos, suplementos y alimentos mágicos, batidos detox, retos para adelgazar, creencias falsas y dietas extremas.

    Los expertos en nutrición son los únicos profesionales capacitados para comunicar responsablemente, sin sesgos, información culturalmente adecuada, basada en evidencia científica y médicamente apropiada acerca de alimentos y su impacto sobre la salud.

    La zona de confort es aquella parte de tu vida con la que te encentras cómodo, seguro y en la que vivís la mayor parte del tiempo. Pensar y creer que cambiar es fácil, rápido y sencillo, como te lo venden la mayoría de las cuentas fake, auto engañarte a vos mismo, sin ningún cambio sostenible en el largo plazo.

    Por eso, te propongo salir de tu zona de confort y empezar a cambiar tus hábitos, dando pequeños pasos día a día y luego verás grandes resultados.

    Algunos tips para que empieces a cambiar desde hoy:

    * Transformá tu entorno. Hacelo más saludable y libre de tentaciones.

    * Come solo un plato, lo justo y necesario.

    * Cambia tu rutina, movete más de lo habitual.

    * Empezá a ser consciente en el acto de comer.

    * Cambia el chip. Deja de pensar que para perder peso tenés que matarte de hambre y renunciar al placer.

    * Elegí cambiar para siempre. Ahora es el mejor momento.

  • El ayuno intermitente podría no tener beneficios en la reducción de peso

    La prevalencia del sobrepeso y la obesidad ha aumentado dramáticamente en la población y se asocia con mayor riesgo de enfermedades crónicas. El cumplimiento a largo plazo de cambios en el estilo de vida que ayuden a mantener los rangos de peso dentro de la normalidad es difícil. Entonces es importante encontrar nuevas formas de estilo de vida que sean eficaces para reducir el peso, y a la vez, sean accesibles y sencillas para mejorar la adhesión.

    El ayuno intermitente ha ganado adeptos como una opción simple. Este refiere a ventanas de ingestas separadas por períodos definidos de ayuno de 12 y hasta 48 horas, o más. La alimentación restringida en el tiempo (ART) es un protocolo específico de ayuno intermitente que implica periodos de ayuno y de alimentación dentro de un ciclo de 24 horas.

    En un ensayo clínico dirigido por investigadores de la Universidad de California de San Francisco se buscó determinar el efecto de la ART de 16:8 horas en la pérdida de peso y los marcadores de riesgo metabólico en pacientes con sobrepeso y obesidad.

    Para esto, de 116 participantes con IMC superior a 27, 57 fueron asignados al azar durante 12 semanas a un grupo con 3 comidas estructuradas por día, y 59 a un grupo con ART para comer libremente desde las 12:00 PM hasta las 8:00 PM y abstenerse completamente desde las 8:00 PM hasta las 12:00 PM del día siguiente.

    Al cabo de 12 semanas, aquellas personas asignadas al grupo ART presentaron una disminución de peso de 0,94 kg en promedio, mientras aquellas con un horario constante de comidas perdieron en promedio 0,68 kg de peso, sin presentar diferencias significativas entre ambos grupos. 

    Concluyendo que una alimentación restringida en el tiempo, en ausencia de otras intervenciones, no es más eficaz en la pérdida de peso que comer a lo largo del día.

  • Malnutrición y obesidad

    La malnutrición se percibe a menudo como una enfermedad que afecta principalmente a las personas que tienen un peso inferior al normal, mientras que se da por hecho que no es uno de los problemas de salud que afectan a la gente obesa que está sobrealimentada.

    Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la malnutrición afecta más de cuatro veces más a los sujetos con sobrepeso u obesidad que a los tienen un peso por debajo del considerado normal.

    Un estudio reciente, dedicado a examinar la incidencia de la enfermedad coronaria aguda, se ha determinado no solo que la malnutrición es un importante factor de riesgo para desarrollar dicha enfermedad, sino que además alrededor de la mitad de los sujetos de estudio a los que se encontró malnutridos tenían sobrepeso u obesidad.

    Los doctores Andrew M. Freeman, de la División de Cardiología de NJH (National Jewish Health) en la ciudad estadounidense de Denver, y Monica Aggarwal, de la Universidad de Florida en la ciudad estadounidense de Gainesville, alertan de que no se presta suficiente atención al problema de la malnutrición entre los obesos. La malnutrición se define como la nutrición defectuosa debida a la ingestión inadecuada o desequilibrada de nutrientes. Por lo tanto, se puede llegar a la malnutrición comiendo menos de lo necesario, pero también comiendo en exceso.

    “La malnutrición es un problema de salud poco reconocido y poco tratado en pacientes con un índice de masa corporal elevado, ya que el aumento de la circunferencia abdominal se confunde con demasiada frecuencia con la sobrealimentación en vez de identificarse correctamente con la malnutrición”, explica el Dr. Freeman. “Es importante desterrar la idea de que el peso está correlacionado con la calidad de la alimentación y que los pacientes obesos no corren riesgo de malnutrición”.

    Es por eso importante que “las personas se sometan a evaluaciones nutricionales y que se les ofrezca asesoramiento y recursos a fin de asegurar que están tomando los nutrientes adecuados para alimentar adecuadamente su cuerpo”, subraya el Dr. Freeman. “Si no se trata, la malnutrición conduce a graves problemas de salud como la diabetes, la hipertensión y las enfermedades cardíacas”. 

  • Científicos han descubierto un mecanismo por el que las células inmunitarias regulan la obesidad

    La obesidad es uno de los principales problemas de salud en el mundo. Solo en España se estima que en el 2030 habrá 27 millones de adultos, el 80 % de los hombres y el 55 % de las mujeres, con sobrepeso.

    José Antonio Enríquez, científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares resalta como la obesidad se ha convertido en una enfermedad en el momento en que ingerir alimentos dejó de ser una cuestión de supervivencia y se convirtió en una costumbre. Los humanos realizan hasta tres comidas diarias. “La población general hoy gana peso básicamente porque rompe con aquello para lo que está programada, que no es otra cosa que comer en mayor cantidad de lo que puede quemar”, apunta el investigador que acaba de publicar en la revista Nature Metabolism un importante artículo que describe el mecanismo que utilizan unas células llamadas macrófagos para regular la obesidad. 

    “Estamos empezando a entender cómo el organismo sabe que existe exceso. Lo que hemos visto es que los macrófagos participan en el almacenamiento. Son células del sistema inmunitario que están por todo el cuerpo y que tienen una capacidad asombrosa de engullir todo aquello que ven. Su existencia es vital porque, por ejemplo, pueden comerse las bacterias de una infección”, apunta. 

    Los macrófagos son células que patrullan el organismo realizando una labor de limpieza y también suministran información a otras células. “Si se encuentran con un entorno donde hay una herida o una quemadura liberan señales que atraen a otras células del sistema inmunitario para proteger esa zona o producir anticuerpos”, subraya Enríquez.

    Sin embargo, cuando un macrófago se encuentra en una situación de estrés, modifica su estado natural, que los científicos llaman antiinflamatorio, y pasa a una fase proinflamatoria. “Este cambio de estado sucede también cuando hay exceso de alimentación o sobrecarga de grasa en la sangre. Y lo que hacen es avisar al resto de células de que existe una abundancia y que por lo tanto conviene almacenar. Transmiten el mensaje al tejido adiposo y al hígado para que el metabolismo aproveche el exceso de comida. En este sentido lo hacen por nuestro propio bien, pero si comemos de manera crónica se produce una situación de estrés continuo y pasa a un estado proinflamatorio. La grasa acaba aumentando demasiado y se producen, además, daños al resto de los tejidos, apareciendo otras enfermedades”, explica. 

    La investigación realizada junto a  la Universidad de California, ha descubierto cómo una proteína, llamada Fgr, interviene en ese cambio de fase. “Cuando nosotros quitamos esta proteína, los macrófagos se quedan en fase antiinflamatoria y en lugar de almacenar la grasa, el hígado lo que hace es eliminarla a través de la orina”, sostiene el científico.

    Los autores del artículo creen que si son capaces de regular estas proteínas que aparecen durante el cambio de estado podría evitarse que el organismo acumule grasa. “Sería posible ayudar a la gente que tiene más dificultades para perder peso porque el cuerpo en lugar de seguir almacenando la grasa la eliminaría por medio de la orina. Además, si pudiésemos disminuir la función de esta proteína durante un tratamiento, también se puede prevenir no solo la obesidad sino las enfermedades asociadas como las cardíacas, accidentes cerebrovasculares o el cáncer”, concluye Enríquez.