Científicos han descubierto un mecanismo por el que las células inmunitarias regulan la obesidad

La obesidad es uno de los principales problemas de salud en el mundo. Solo en España se estima que en el 2030 habrá 27 millones de adultos, el 80 % de los hombres y el 55 % de las mujeres, con sobrepeso.

Mavens

Contenidos para Medios

José Antonio Enríquez, científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares resalta como la obesidad se ha convertido en una enfermedad en el momento en que ingerir alimentos dejó de ser una cuestión de supervivencia y se convirtió en una costumbre. Los humanos realizan hasta tres comidas diarias. “La población general hoy gana peso básicamente porque rompe con aquello para lo que está programada, que no es otra cosa que comer en mayor cantidad de lo que puede quemar”, apunta el investigador que acaba de publicar en la revista Nature Metabolism un importante artículo que describe el mecanismo que utilizan unas células llamadas macrófagos para regular la obesidad. 

“Estamos empezando a entender cómo el organismo sabe que existe exceso. Lo que hemos visto es que los macrófagos participan en el almacenamiento. Son células del sistema inmunitario que están por todo el cuerpo y que tienen una capacidad asombrosa de engullir todo aquello que ven. Su existencia es vital porque, por ejemplo, pueden comerse las bacterias de una infección”, apunta. 

Los macrófagos son células que patrullan el organismo realizando una labor de limpieza y también suministran información a otras células. “Si se encuentran con un entorno donde hay una herida o una quemadura liberan señales que atraen a otras células del sistema inmunitario para proteger esa zona o producir anticuerpos”, subraya Enríquez.

Sin embargo, cuando un macrófago se encuentra en una situación de estrés, modifica su estado natural, que los científicos llaman antiinflamatorio, y pasa a una fase proinflamatoria. “Este cambio de estado sucede también cuando hay exceso de alimentación o sobrecarga de grasa en la sangre. Y lo que hacen es avisar al resto de células de que existe una abundancia y que por lo tanto conviene almacenar. Transmiten el mensaje al tejido adiposo y al hígado para que el metabolismo aproveche el exceso de comida. En este sentido lo hacen por nuestro propio bien, pero si comemos de manera crónica se produce una situación de estrés continuo y pasa a un estado proinflamatorio. La grasa acaba aumentando demasiado y se producen, además, daños al resto de los tejidos, apareciendo otras enfermedades”, explica. 

La investigación realizada junto a  la Universidad de California, ha descubierto cómo una proteína, llamada Fgr, interviene en ese cambio de fase. “Cuando nosotros quitamos esta proteína, los macrófagos se quedan en fase antiinflamatoria y en lugar de almacenar la grasa, el hígado lo que hace es eliminarla a través de la orina”, sostiene el científico.

Los autores del artículo creen que si son capaces de regular estas proteínas que aparecen durante el cambio de estado podría evitarse que el organismo acumule grasa. “Sería posible ayudar a la gente que tiene más dificultades para perder peso porque el cuerpo en lugar de seguir almacenando la grasa la eliminaría por medio de la orina. Además, si pudiésemos disminuir la función de esta proteína durante un tratamiento, también se puede prevenir no solo la obesidad sino las enfermedades asociadas como las cardíacas, accidentes cerebrovasculares o el cáncer”, concluye Enríquez.