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  • Cuidar el corazón: lo que sí debes y lo que no

    Con ocasión del Día mundial del Corazón, el 29 de septiembre, los cardiólogos recuerdan que las dolencias asociadas a su mal funcionamiento, las cardiovasculares, constituyen la primera causa de muerte en el mundo, por delante del cáncer y las enfermedades respiratorias.

    Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) los fallecimientos ascienden a 17,5 millones al año en el mundo. El  80 % de los infartos y accidentes cerebrovasculares prematuros son prevenibles. Pero las dolencias pueden no aparecer hasta que la enfermedad esté muy avanzada.

    La Fundación Española del Corazón indica que contamos con herramientas para cuidar el corazón y ganar la batalla, empezando por nosotros mismos.

    Gregorio Varela, catedrático de Nutrición de la Universidad CEU- San Pablo y presidente de la Fundación Española de Nutrición, ha explicado que se conocen un 70 % de las causas por las cuales se puede tener un problema cardiovascular. De este 70 por ciento de factores conocidos, ajenos a la genética, prácticamente un 60 % corresponden a alimentación y estilos de vida. De ellas, se conoce mejor la influencia de los factores dietéticos y estilos de vida y por lo tanto se puede intervenir.

    La alimentación saludable es uno de los pilares de la prevención cardiovascular porque a través de lo que comemos podemos mejorar nuestra salud cardiovascular. Pero al contrario, también podemos perjudicarla si elegimos productos poco saludables, con alto contenido en grasas saturadas, azúcar o sal. Por eso, es importante reducir el consumo de bebidas y zumos azucarados recordando que la opción más recomendable es el agua. Limitar el consumo de alimentos procesados y envasados, ya que suelen tener un alto contenido en sal, azúcar y grasa. E incluir en la alimentación pescados, legumbres y frutos secos, estos últimos en pequeñas cantidades.

    Gregorio Varela indica que hasta hace pocos años únicamente se hablaba de la cantidad total de grasas que se debían ingerir, y se decía que no debía superarse el 30 % del total de las calorías ingeridas. Pero cuando se pudo cuantificar y analizar el tipo de grasas en los alimentos, es cuando se empezó a hablar de los ácidos grasos saturados, los  polinsaturados y los monoinsaturados.

    “Los que normalmente han sido los malos de la película, entre comillas, son las grasas saturadas, y digo han sido porque ahora ya tampoco se puede simplificar y decir que todas las grasas saturadas son malas y desterrémoslas”.

    En su conjunto, advierte el nutricionista, las grasas saturadas serían las más perjudiciales desde el punto de vista de la salud cardiovascular y no deberían suponer más de un 8 o 10 % del total de las kilocalorías que ingerimos cada día. Estas grasas se encuentran en alimentos de origen animal, carnes rojas 0 carnes procesadas como los embutidos.

    Junto a la alimentación saludable, el ejercicio se destaca como el otro elemento de la ecuación para cuidar tu corazón, tener un mejor estado de salud general y cardiovascular en particular.

    Realizando al menos 30 minutos de actividad física moderada o intensa cinco veces a la semana, o bien al menos 75 minutos de actividad física vigorosa repartida a lo largo de la semana, estarás dándole vida a tu corazón. Lo importante es mantenerse en movimiento y activo.

    El riesgo a padecer una enfermedad coronaria también se reduce sustancialmente dejando de fumar. Además dejar de fumar mejora tu salud, tu calidad de vida y también la de aquellos que te rodean.

    Todos los cardiólogos coinciden en señalar al estrés como otro gran enemigo del corazón. Es un factor de riesgo indirecto porque aumenta la probabilidad de sufrir enfermedades como la obesidad, la diabetes, el tabaquismo o el sedentarismo.

    Y se ha observado que el estrés es un desencadenante de accidentes cardiovasculares en personas con un alto riesgo o que hayan sufrido algún evento antes.

    Para controlar el estrés es importante aprender a identificarlo, además de seguir las adecuadas estrategias psicológicas que puede proporcionar un profesional. Y ayuda realizar actividad física de manera frecuente y seguir unos buenos hábitos de higiene del sueño.

    Las enfermedades cardiacas tienen diversas formas de manifestarse, y los síntomas van a depender de qué estructura del corazón esté implicada: los vasos sanguíneos, las válvulas, el músculo o el sistema eléctrico.

    El dolor torácico 

    Es la manifestación principal en caso de infarto de miocardio o angina de pecho, y se caracteriza por un dolor similar a un peso o presión en la zona del esternón, que no se modifica con los movimientos o la respiración.

    Suele aparecer de forma súbita y no desaparece si se está produciendo un infarto, mientras que suele desencadenarse con el esfuerzo y cede con el reposo en 10-15 minutos en caso de la angina.

    Es habitual que el dolor se extienda hacia el brazo izquierdo, pero también hacia el cuello, la mandíbula y la espalda..

    En caso de infarto es frecuente que el dolor se asocie a un intenso malestar, sudor frío y náuseas o vómitos.

    Disnea o sensación de ahogo o fatiga

    Aparece inicialmente con el esfuerzo, pero a medida que la enfermedad progresa surge con pequeñas actividades.

    Este síntoma puede estar presente en una gran cantidad de enfermedades cardiacas y por lo general traduce un estado avanzado de la enfermedad.

    Palpitaciones

    Consisten en la percepción anómala de los latidos cardíacos, que pueden estar acelerados, enlentecidos o incluso ausentes.

    Dependiendo del tipo de arritmia y de la función cardiaca de la persona, pueden notarse solo las palpitaciones o pueden ir acompañadas de otros síntomas.

    Pérdida de conocimiento o mareos

    Acontece de forma brusca y sin notar síntomas previos.

    Puede reflejar situaciones graves, como un infarto de miocardio, una arritmia “maligna” o un enlentecimiento excesivo del ritmo del corazón.

  • El consumo de alcohol se disparó un 45% durante la pandemia

    El abuso de alcohol es una de las principales causas de mortalidad y contribuye anualmente a aproximadamente 3 millones de muertes en todo el mundo. En algunas personas, el abuso de alcohol excesivo a largo plazo puede convertirse en un trastorno. Los especialistas comenzaron a alertar sobre los posibles efectos en la salud pública que el confinamiento puede implicar el creciente y continuado en el tiempo abuso de consumo de bebidas alcohólicas.

    El estrés es un factor de riesgo importante para la aparición y el mantenimiento del abuso de alcohol. Por ejemplo, el consumo crónico de alcohol da como resultado neuroadaptaciones en las vías del estrés y la recompensa, que conducen a ejes hipotalámicos hipofisarios adrenocorticales y adrenomedulares simpáticos disfuncionales, caracterizados por desregulación de la respuesta del cortisol y déficits en la regulación emocional”, así lo cita en un estudio publicado en el medio especializado The Lancet realizado por un grupo de especialistas de a Facultad de Psicología de la Universidad de Portsmouth, Reino Unido.

    A su vez, estas neuroadaptaciones conducen a un aumento de los antojos de alcohol en respuesta al estrés. Los efectos del aislamiento social a largo plazo sobre los niveles de estrés, incluido el aumento de las respuestas neuroendocrinas y la reactividad al estrés, se han descrito en animales no humanos. Sin embargo, los bloqueos en curso en muchos países son únicos y se sabe poco de los efectos del aislamiento crónico en la población general (con respecto a la salud y el bienestar) en estas circunstancias.

    Según una encuesta realizada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), el 45% de las personas bebió más alcohol durante este tiempo que antes del aislamiento. Un 44,85% de los encuestados dijo que aumentó su consumo de alcohol, un 33,89% que bebe lo mismo que antes y un 21,26%, que ahora toma menos”, refiere el informe, que además revela que quienes “tomaron vino todos los días pasaron del 5% antes de la cuarentena, al 15%, y la cifra fue aún mayor entre la franja etaria entre 35 a 44 años.

    “Entre los factores que los llevó a recurrir al vino, la cerveza u otras bebidas alcohólicas con mayor frecuencia, un 42% lo relacionó con tener más tiempo libre; un 33% con factores emocionales; un 29% con la falta de rutina o desorganización del tiempo y un 20% directamente, con el aburrimiento”, señala la investigación.

    Un factor de riesgo para la aparición y el mantenimiento del abuso de alcohol y el trastorno por consumo de alcohol es el rasgo de impulsividad (es decir, la tendencia a tomar riesgos o actuar sin una adecuada previsión o reflexión). La impulsividad puede moderar el consumo de alcohol inducido por el estrés y también se asocia con la recaída en los adictos. Por lo tanto, este período de aislamiento podría conducir a un aumento en el uso indebido de alcohol, recaídas y, potencialmente, el desarrollo de un trastorno por uso de alcohol en personas en riesgo, lo que ejerce una mayor presión sobre los servicios de adicción y drogas y alcohol, y el servicio de salud en general , durante y después de la pandemia.

    “La mayoría de los gobiernos, han respondido a la pandemia de COVID-19 aconsejando al público que permanezca en el interior, evite el contacto social innecesario, se proteja a sí mismo y a los sistemas de atención médica y salve vidas. Es por esto que los especialistas sugieren que además de este importante consejo de salud pública, los gobiernos deberían dar advertencias de salud pública sobre el consumo excesivo de alcohol durante el aislamiento para proteger a las personas vulnerables”, indica James Clay, especialista que lidera el equipo que realizó el documento.

  • Primavera, temporada de alergias.

    La llegada de la primavera es uno de los momentos más esperados del año para muchas personas, pero para los alérgicos suele ser un período complicado, ya que se trata de la estación más problemática porque aumenta la concentración de alérgenos como ácaros, polvo, moho, polen, entre otros, poniendo de manifiesto una gran cantidad de patologías respiratorias. 

    En primer lugar, hay que tener en cuenta que si bien existen diferentes causas y cuadros, la alergia puede definirse como una reacción exacerbada del sistema inmunitario a una sustancia que su cuerpo identifica como invasor, al cual llamamos alérgeno. Ante esta presencia, el organismo genera anticuerpos que producen histamina, agente responsable de los síntomas que ocasionan el malestar.

    Según el Reporte Mundial de Alergias de la Organización Mundial de la Salud, la rinitis alérgica es una de las afecciones crónicas más comunes a nivel global y por lo general persiste durante toda la vida. Esta problemática afecta a más del 40% de los adultos y su prevalencia ha aumentado en el último siglo. Comparada con otras enfermedades, la rinitis alérgica no parece seria o grave, ya que no está asociada a manifestaciones severas o mortalidad, pero tiene un elevado impacto negativo en la calidad de vida de los pacientes que la padecen.

    Los síntomas de esta enfermedad son estornudos, rinorrea (mucosidad que sale por la nariz), obstrucción nasal y picazón nasal. El goteo posnasal, (mucosidad que cae por la parte posterior de la garganta), la tos, la irritabilidad y la fatiga son otros síntomas comunes. Algunos pacientes también experimentan picazón en el paladar y el oído interno. Las personas con conjuntivitis alérgica concomitante también pueden experimentar picazón en ambos ojos, lagrimeo y / o ardor.

    Las alergias son más frecuentes en primavera ya que a las personas alérgicas el estallido del polen de las plantas y las esporas de los hongos que se multiplican en esta estación del año le declaran la guerra a su superficie ocular. El incremento de actividades al aire libre permite que éstos entren en contacto con las mucosas de los ojos, nariz y pulmones.

    La rinitis alérgica es causada por una reacción nasal a pequeñas partículas en el aire llamadas alérgenos (sustancias que provocan una reacción alérgica). En algunas personas, estas partículas también causan reacciones en los pulmones (asma) y los ojos (conjuntivitis alérgica).

    Los alérgenos que más comúnmente causan rinitis alérgica estacional incluyen pólenes de árboles, pastos y malezas. Los alérgenos que más comúnmente causan rinitis alérgica perenne (durante todo el año) son los ácaros del polvo, las cucarachas, la caspa de animales y los hongos o mohos.

    Factores de riesgo:

    * Antecedentes familiares de atopia (estado alérgico).

    * Los hombres son más propensos a tener alergias.

    * Nacimiento durante la temporada de polinización.

    * Uso temprano de antibióticos.

    * Madre fumadora durante el primer año de vida.

    * Exposición a alérgenos de interior, como el alérgeno de los ácaros del polvo.

    Existen diversas líneas de tratamiento médico para ayudar a sobrellevar estos cuadros; la consulta al especialista determinará qué tratamientos son los mejores para cada caso.

    El médico puede diagnosticar la rinitis alérgica haciendo un examen físico de la nariz y faringe (garganta). Determinadas pruebas médicas específicas confirman el diagnóstico y pueden identificar los alérgenos nocivos. La identificación de estos y otros factores desencadenantes a menudo es posible haciendo memoria de dónde estaba y qué estaba haciendo antes de que comenzaran los síntomas, además de identificar la época del año durante la cual ha notado los síntomas.

    Entre los tratamientos para la rinitis alérgica más frecuentes se encuentran:

    * La reducción de la exposición a los alérgenos y otros desencadenantes en combinación con la terapia farmacológica.

    * Aerosoles nasales de glucocorticoides: tienen pocos efectos secundarios y alivian los síntomas en la mayoría de las personas.

    * Antihistamínicos: alivian la picazón, los estornudos y la secreción nasal de la rinitis alérgica, pero no alivian la congestión nasal.

    Se recomienda evitar el uso de descongestivos nasales tópicos “a demanda” y si los síntomas persisten o se hacen más intensos consultar con un especialista.

  • La infodemia no se detiene

    Un estudio reveló que el 82% de las personas en el mundo se informan por redes sociales sobre COVID-19. Se pueden detectar más de 3 mil millones de mensajes y más de 100 mil millones de publicaciones que utilizan #covid19, #coronavirus y otras etiquetas similares

    La Organización Mundial de la Salud creó el término Infodemia para describir la propagación de la desinformación sobre el virus de COVID-19. Informarse a través de redes sociales ha impedido a muchas personas, encontrar recursos fiables y obtener noticias claras.

    La expansión veloz  de la información y sus peligrosas consecuencias, unieron al concierto internacional de entidades en acciones puntuales. Por ejemplo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicación (Mitic) de Paraguay lanzaron la iniciativa Chake Fake News. Lo mismo ocurrió con El Centro de Información de las Naciones Unidas para México (CINU) y el Sistema Público de Radiodifusión (SPR) del Estado Mexicano quienes firmaron una alianza para frenar la propagación de noticias falsas dando vida a un sello de verificación.

    Se pudo observar que las palabras más usadas en términos de salud mental en todos los ámbitos de la ciencia, tanto en organismos internacionales como a los médicos a cargo de la atención primaria son aislamiento, desconocimiento, estrés, ansiedad y depresión. De hecho, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en una rueda de prensa virtual destacó que la pandemia del COVID-19 causó una “crisis de salud mental” sin precedentes en todo el continente americano.

    En Latinoamérica, donde las enfermedades mentales ya eran “una epidemia silenciosa”, algunas personas se han visto especialmente afectadas. “La pandemia de COVID-19 ha provocado una crisis de salud mental en nuestra región a una escala que nunca antes habíamos visto”, dijo Carissa Etienne, directora de la OPS, oficina regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

    Encuestas en Estados Unidos, Brasil y México muestran que aproximadamente la mitad de los adultos están estresados por la emergencia sanitaria. Esto ha incrementado el consumo de drogas y alcohol, exacerbando en algunos casos los problemas de salud mental. 

    Las redes sociales pueden provocar una sobrecarga de información errónea o confusa, lo que a su vez puede provocar problemas de salud mental. La OMS señaló que la identificación de los factores subyacentes del miedo, la ansiedad y el estigma que alimentan la desinformación y los rumores, se da especialmente a través de las redes sociales.

    Un equipo liderado por Junling Gao del Instituto de Comunicación de Salud de Fudan de Shanghai, China, decidió trabajar sobre la inmersión en redes sociales en búsqueda de datos sobre el virus.

    El presente estudio tuvo como objetivo describir la prevalencia y distribución de dos trastornos mentales principales: ansiedad y depresión, y examinar sus asociaciones con la exposición a las redes sociales mediante una evaluación rápida durante el brote de COVID-19.

    Fueron 4827 los participantes con una edad promedio de 32, 67,7% eran mujeres y 47,9% tenían entre 21 y 30 años. El 62,2% contaban con educación universitaria, más de la mitad de ellos estaban casados. Solo el 5,2% de ellos eran trabajadores de la salud. La mayoría de ellos reportaron una salud “excelente” (43,9%) o “muy buena” (45,6%).

    Los análisis encontraron que la proporción de trastornos frecuentes entre los hombres (78,4%) fue menor que entre las mujeres (83,8%), la proporción más frecuente se registró entre los jóvenes (-30 años). La prevalencia de depresión fue del 48,3% y las probabilidades eran mayores entre los que tenían entre 21 y 30 años. Y la prevalencia de ansiedad fue del 22,6%, en tanto la combinación de depresión y ansiedad fue del 19,4%. El estudio demostró que las probabilidades ajustadas de depresión son mayores entre los de 31 a 40 años. Las probabilidades de depresión entre los participantes solteros fue menor que entre los casados.

    Los especialistas indicaron que “las redes sociales son uno de los principales canales que actualizan la información de COVID-19. El 82,0% de los participantes se exponen con frecuencia a las redes sociales, y percibieron altas probabilidades de ansiedad, lo que es consistente con estudios previos. Puede haber dos razones que expliquen la asociación entre los espacios digitales y la salud mental. Durante el brote de COVID-19, la desinformación y los informes falsos sobre el virus han bombardeado la web y han avivado temores infundados entre muchos internautas, que pueden confundir a las personas y dañar su salud mental”.

    Independientemente de la transmisión de información, muchos ciudadanos expresaron sus sentimientos negativos, como miedo, preocupación, nerviosismo, ansiedad en las redes sociales, que las transformaron en una especie de canal de “contagio” de salud mental.

    “Nuestros hallazgos interpelan a los gobiernos para lograr transmisión más eficiente y empática de las novedades, además de instar a acrecentar los servicios de salud mental a través de varios canales que incluyen línea directa, consulta en línea, curso en línea y consulta ambulatoria, pero se debe prestar más atención a la depresión y la ansiedad. La siguiente implicación es combatir la ‘infodemia’ monitoreando y filtrando información falsa y promoviendo información precisa a través de colaboraciones transversales”.

  • Soledad asociada con el riesgo de diabetes

    Un estudio de adultos mayores en el Reino Unido llegó a la conclusión que las personas que se sienten solas tienen más probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2, independientemente de otros factores de riesgo como el tabaquismo, el consumo de alcohol y el peso.

    La soledad, en la que no se satisfacen las necesidades sociales de una persona, puede ir en aumento. Aquella es aún más común entre las generaciones más jóvenes, con casi el 80% de la Generación Z y más del 70% de los millennials experimentando este sentimiento. Algunos creen que la tecnología puede evitar este sentimiento en estas generaciones, ya que las redes sociales y otras formas de comunicación en línea reemplazan cada vez más la conexión humana genuina.

    Más allá del impacto emocional negativo de sentirse aislado, la soledad implica un riesgo importante para la salud física. Las investigaciones han asociado la soledad con la enfermedad coronaria y han descubierto que la soledad puede ser una amenaza mayor para la salud que la obesidad.

    Los investigadores del Kings College London en el Reino Unido encontraron que la soledad era un predictor significativo de diabetes. Este hallazgo se mantuvo cuando tomaron en cuenta los posibles factores de confusión, como la edad, el sexo, la etnia, la riqueza, el tabaquismo, la actividad física, el peso corporal, el consumo de alcohol, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares.

    La cohorte

    El estudio, que es el primero en encontrar una asociación entre la soledad y la diabetes tipo 2, se basó en datos de más de 4.000 personas de 50 años o más, con una edad promedio de 65 años. 

    Al comienzo de la investigación, ninguno de los participantes tenía diabetes y todos tenían niveles de glucosa en sangre dentro de un rango saludable.

    Durante un período de seguimiento de 12 años, 264 personas en el estudio (aproximadamente el 6% de la muestra) desarrollaron diabetes tipo 2.

    La evaluación de la soledad se realizó utilizando una escala que desarrolló un psicólogo de la Universidad de California en Los Ángeles. La escala requiere que las personas califiquen los elementos del cuestionario cómo “¿Con qué frecuencia siente que le falta compañía?” y “¿Con qué frecuencia te sientes parte de un grupo de amigos?”

    “El estudio también demuestra una clara distinción entre la soledad y el aislamiento social, ya que el aislamiento o vivir solo no predice la diabetes tipo 2, mientras que la soledad, que se define por la calidad de las relaciones de una persona, sí”, explica la autora principal, la Dra. Ruth Hackett. .

    Es así como los investigadores encontraron que el nivel de soledad que experimentaron las personas al comienzo del estudio fue un predictor significativo de quién desarrollaría diabetes.

    ¿Mecanismo relacionado con el estrés?

    Aunque la razón de esta asociación aún no está clara, los investigadores sugieren que podría estar relacionada con la forma en que el cuerpo maneja el estrés.

    Investigaciones anteriores han demostrado, por ejemplo, que la soledad está asociada con cambios en los niveles de cortisol, la hormona del estrés, que influye en la diabetes .

    “Si el sentimiento de soledad se vuelve crónico, entonces todos los días está estimulando el sistema de estrés y, con el tiempo, eso lleva al desgaste de su cuerpo, y esos cambios negativos en la biología relacionada con el estrés pueden estar relacionados con la diabetes tipo 2 desarrollo ”, explica el Dr. Hackett.

    Sin embargo, es importante señalar que actualmente esto es solo una hipótesis. Aunque este estudio proporciona una correlación entre la soledad y la diabetes tipo 2, no muestra un vínculo causal entre los dos factores.

    Otras limitaciones del estudio incluyen el hecho de que solo hubo una medida de soledad durante el estudio. Además, los datos sobre la diabetes tipo 2 se basaron en informes personales, en lugar de registros médicos objetivos.

    Los autores también señalan que la fuerza general de la asociación entre los dos factores fue pequeña. Sin embargo, el estudio destaca la soledad como un factor de riesgo potencial para la diabetes tipo 2 y proporciona una base para futuros estudios para investigar esta conexión con más detalle.

  • Científicos han descubierto un mecanismo por el que las células inmunitarias regulan la obesidad

    La obesidad es uno de los principales problemas de salud en el mundo. Solo en España se estima que en el 2030 habrá 27 millones de adultos, el 80 % de los hombres y el 55 % de las mujeres, con sobrepeso.

    José Antonio Enríquez, científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares resalta como la obesidad se ha convertido en una enfermedad en el momento en que ingerir alimentos dejó de ser una cuestión de supervivencia y se convirtió en una costumbre. Los humanos realizan hasta tres comidas diarias. “La población general hoy gana peso básicamente porque rompe con aquello para lo que está programada, que no es otra cosa que comer en mayor cantidad de lo que puede quemar”, apunta el investigador que acaba de publicar en la revista Nature Metabolism un importante artículo que describe el mecanismo que utilizan unas células llamadas macrófagos para regular la obesidad. 

    “Estamos empezando a entender cómo el organismo sabe que existe exceso. Lo que hemos visto es que los macrófagos participan en el almacenamiento. Son células del sistema inmunitario que están por todo el cuerpo y que tienen una capacidad asombrosa de engullir todo aquello que ven. Su existencia es vital porque, por ejemplo, pueden comerse las bacterias de una infección”, apunta. 

    Los macrófagos son células que patrullan el organismo realizando una labor de limpieza y también suministran información a otras células. “Si se encuentran con un entorno donde hay una herida o una quemadura liberan señales que atraen a otras células del sistema inmunitario para proteger esa zona o producir anticuerpos”, subraya Enríquez.

    Sin embargo, cuando un macrófago se encuentra en una situación de estrés, modifica su estado natural, que los científicos llaman antiinflamatorio, y pasa a una fase proinflamatoria. “Este cambio de estado sucede también cuando hay exceso de alimentación o sobrecarga de grasa en la sangre. Y lo que hacen es avisar al resto de células de que existe una abundancia y que por lo tanto conviene almacenar. Transmiten el mensaje al tejido adiposo y al hígado para que el metabolismo aproveche el exceso de comida. En este sentido lo hacen por nuestro propio bien, pero si comemos de manera crónica se produce una situación de estrés continuo y pasa a un estado proinflamatorio. La grasa acaba aumentando demasiado y se producen, además, daños al resto de los tejidos, apareciendo otras enfermedades”, explica. 

    La investigación realizada junto a  la Universidad de California, ha descubierto cómo una proteína, llamada Fgr, interviene en ese cambio de fase. “Cuando nosotros quitamos esta proteína, los macrófagos se quedan en fase antiinflamatoria y en lugar de almacenar la grasa, el hígado lo que hace es eliminarla a través de la orina”, sostiene el científico.

    Los autores del artículo creen que si son capaces de regular estas proteínas que aparecen durante el cambio de estado podría evitarse que el organismo acumule grasa. “Sería posible ayudar a la gente que tiene más dificultades para perder peso porque el cuerpo en lugar de seguir almacenando la grasa la eliminaría por medio de la orina. Además, si pudiésemos disminuir la función de esta proteína durante un tratamiento, también se puede prevenir no solo la obesidad sino las enfermedades asociadas como las cardíacas, accidentes cerebrovasculares o el cáncer”, concluye Enríquez.

  • La mortalidad por infarto de miocardio se duplica durante la pandemia

    La Asociación de Cardiología Intervencionista de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) publicó el estudio “Impacto de la COVID-19 en el tratamiento del infarto agudo de miocardio con elevación en el segmento ST. La experiencia española”, un registro que compara los datos de esta patología durante la pandemia respecto a los datos de 2019. El aumento de la mortalidad hospitalaria o la escasa combinación COVID-infarto son algunas de las conclusiones extraídas

    En el estudio se detectó una reducción en el tratamiento del infarto del 40 % en la primera semana de la pandemia, respecto a la semana previa al inicio de la crisis sanitaria (del 24 de febrero al 1 de marzo).

    Los expertos señalan que el miedo a un posible contagio al acudir al hospital durante el período álgido de la expansión del virus es lo que explicaría ese descenso.

    El registro compara los procedimientos, resultados hospitalarios y características de los pacientes. Para ello, han contado con la colaboración de 75 hospitales españoles. Se dividió a los pacientes en dos cohortes (grupos), según se les hubiera tratado antes o después de la pandemia. En el primero se incluyeron a personas tratadas desde el 1 de abril al 30 de abril de 2019. El segundo, a los pacientes atendidos entre el 16 de marzo y el 14 de abril de 2020.

    El doctor Oriol Rodríguez Leor, cárdiólogo de la Unidad de Hemodinámica y Cardiología Intervencionista y primer firmante del estudio, afirma que la COVID-19 ha tenido un gran impacto sobre la mortalidad aguda por infarto. “La mortalidad hospitalaria por esta causa prácticamente se ha doblado durante la pandemia frente al periodo previo”, sentencia.

    Este trabajo también señala un aumento del tiempo de isquemia, es decir, los minutos que transcurren desde que se inician los síntomas hasta la primera asistencia médica.

    Antes de la COVID-19 ese tiempo era de 200 minutos y durante la crisis sanitaria aumentó hasta los 233. “El tiempo de evolución del infarto determina el pronóstico tanto en términos de mortalidad aguda y a largo plazo como en términos de desarrollo de otras complicaciones”, indica Rodríguez Leor.

    El estudio de la SEC también refleja una disminución del número de pacientes con sospecha de infarto. Sin embargo, estos parámetros son más moderados que los resultados objetivados en el inicio del registro durante las primeras semanas de la pandemia.

    “Inicialmente observamos una reducción del 40 % que, posteriormente y con datos que se ampliaron a más semanas de la pandemia, se sitúo en un 28 % menos de pacientes con síntomas compatibles con infarto que no fueron asistidos”, afirma el cardiólogo.

    En cuanto a la forma de tratar a los pacientes con infarto no hubo diferencias. Más del 94 % fueron tratados con angioplastia primaria, tratamiento de elección del infarto agudo de miocardio.

    El registro también analizó datos relevantes respecto a la combinación infección por SARS-CoV-2 e infarto. El doctor Rodríguez Leor apunta que “solo el 6,2 % de los pacientes atendidos por infarto presentaban infección confirmada por el nuevo coronavirus”.

  • Los niveles de vitamina D pueden predecir riesgos futuros para la salud y muerte en hombres mayores

    Un nuevo avance en la ciencia indicó que los niveles de vitamina D libre y circulante en el torrente sanguíneo pueden ser un buen predictor del riesgo futuro de salud y enfermedad en hombres mayores.  

    Leen Antonio, doctora de los Hospitales Universitarios de Lovaina en Bélgica y un equipo de investigadores europeos llevaron a cabo el estudio, presentado en la conferencia del 22o Congreso Europeo de Endocrinología (e-ECE 2020) a principios de septiembre.

    La vitamina D tiene un papel fundamental en el buen funcionamiento del organismo ya que interviene en muchos procesos fisiológicos como, por ejemplo, en la absorción y el mantenimiento de los niveles de calcio en los huesos. Así como protege al cuerpo contra las infecciones y enfermedades. 

    La deficiencia de vitamina D se asocia con múltiples condiciones de salud graves a medida que envejecemos.  

    Los investigadores han relacionado los niveles bajos de esta vitamina en sangre con importantes problemas de salud relacionados con la edad, que incluyen a la osteoporosis, mayor riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular, cáncer, diabetes tipo 2, deterioro cognitivo, entre otros.

    El estudio sugiere una mayor investigación sobre los niveles de vitamina D y su vínculo con la mala salud, ya que puede ser un área prometedora para futuras investigaciones.

    Existen varias formas, o metabolitos, de vitamina D en el cuerpo, pero es la cantidad total de estos metabolitos la que se usa con más frecuencia para evaluar el estado de vitamina D de las personas. La prohormona 25-dihidroxivitamina D se convierte en 1,25-dihidroxivitamina D, que se considera la forma activa de vitamina D en nuestro cuerpo.

    Sin embargo, Más del 99% de todos los metabolitos de la vitamina D en nuestra sangre están unidos a proteínas, por lo que solo una fracción muy pequeña está libre para ser biológicamente activa. Esto podria explicar por qué las formas libres y activas de la vitamina pueden ser un mejor predictor de la salud actual y futura.

    Deficiencia de vitamina D

    Durante la investigación se analizaron los datos recopilados del Estudio Europeo de Envejecimiento Masculino, que se recopiló de 1.970 hombres residentes en la comunidad, de entre 40 y 79 años entre 2003 y 2005.

    Los niveles de metabolitos totales y libres de vitamina D se compararon con su estado de salud actual, ajustando por factores como edad, índice de masa corporal, tabaquismo y salud autoinformada.

    Los niveles totales de metabolitos de vitamina D libres y unidos se asociaron con un mayor riesgo de muerte. Sin embargo, solo la 25-hidroxivitamina D libre fue predictiva de problemas de salud futuros y no la 1,25-dihidroxivitamina D libre.

    La doctora Antonio explica que “estos datos confirman además que la deficiencia de vitamina D se asocia con un impacto negativo en la salud general y puede predecir un mayor riesgo de muerte”. “La mayoría de los estudios se centran en la asociación entre los niveles totales de 25-hidroxivitamina D y la enfermedad y la mortalidad relacionadas con la edad. Como la 1,25-dihidroxivitamina D es la forma activa de vitamina D en nuestro cuerpo, era posible que pudiera haber sido un predictor más fuerte para la enfermedad y la mortalidad. También se ha debatido si deben medirse los niveles de vitamina D total o libre. Nuestros datos ahora sugieren que los niveles de 25-hidroxivitamina D total y libre son la mejor medida del riesgo futuro para la salud en los hombres”, dice la doctora.

  • Los trastornos de ansiedad están relacionados con la inflamación de las glándulas tiroides

    Un nuevo estudio, presentado en la Conferencia Europea e Internacional sobre Obesidad en septiembre de 2020, sugiere que los trastornos de ansiedad pueden deberse, al menos en parte, a un mal funcionamiento del sistema endocrino del cuerpo.

    Aunque los medicamentos contra la ansiedad se dirigen al sistema nervioso. El estudio sugiere que los trastornos de ansiedad pueden provenir más del sistema endocrino. 

    La mayoría de las personas, de vez en cuando, tienen breves períodos de ansiedad. Como por ejemplo cuando experimentan situaciones estresantes en las que se desconoce el resultado.

    Para muchas personas, sin embargo, la ansiedad es un estado emocional agudo, frecuente y persistente que afecta negativamente la calidad de vida. De hecho, los expertos estiman que los trastornos de ansiedad afectan a alrededor de 264 millones de personas en todo el mundo.

    Los medicamentos contra la ansiedad, que generalmente se dirigen al sistema nervioso central , pueden ser útiles, pero a menudo no brindan un alivio permanente. Es por eso importante el hallazgo de la relación aparentemente existente entre la ansiedad y el sistema endocrino. 

    Juliya Onofriichuk, del Hospital Clínico de la Ciudad de Kiev en Ucrania, dirigió la investigación. Ella explica: “Estos hallazgos indican que el sistema endocrino puede jugar un papel importante en la ansiedad. Los médicos también deben considerar la glándula tiroides y el resto del sistema endocrino, así como el sistema nervioso, al examinar [a las personas] con ansiedad “.

    Los resultados de la investigación demuestran que la inflamación de la glándula tiroides está asociada con trastornos de ansiedad, lo que sugiere nuevas vías de tratamiento.

    La glándula tiroides produce dos hormonas importantes, T4 (tiroxina) y T3 (triyodotironina), que participan en el mantenimiento de la función cardíaca y muscular, la digestión, el desarrollo del cerebro y la salud ósea. Estas hormonas a su vez ayudan a producir y regular las hormonas adrenalina y dopamina. La adrenalina a veces se la conoce como la hormona de lucha o huida. Está asociado con una explosión repentina de energía, como la que ocurre en respuesta a una amenaza. Por otro lado, la dopamina es la hormona del placer y la recompensa del cerebro, y demasiada (o muy poca) puede afectar la sensación de bienestar y la calidad de juicio de una persona.

    La inflamación de la glándula tiroides ocurre típicamente cuando el cuerpo se dirige por error a la glándula como un invasor no deseado. Cuando esto ocurre, el cuerpo produce anticuerpos que atacan la glándula. Estos anticuerpos pueden dañar la tiroides y hacer que funcione mal.

    Durante el estudio, los investigadores observaron a 29 hombres y 27 mujeres. Sus edades medias fueron 33,9 años y 31,7 años, respectivamente. Los médicos habían diagnosticado ansiedad en estos individuos y todos experimentaron ataques de ansiedad.

    Los científicos examinaron las glándulas tiroides de los participantes mediante ultrasonido . También midieron sus niveles de T4 y T3.

    Los investigadores encontraron que la tiroides de las personas con trastornos de ansiedad presentaba signos de inflamación. También detectaron anticuerpos tiroideos en estos individuos.

    A pesar de que las glándulas tiroides de los participantes estaban inflamadas, no tenían un mal funcionamiento significativo. Sus niveles de T4 y T3 estaban ligeramente elevados pero se mantuvieron dentro de un rango normal.

    Para tratar la inflamación, los investigadores les dieron a los participantes un curso de 14 días de ibuprofeno y tiroxina. Este tratamiento redujo con éxito la inflamación de la tiroides.

    Una vez que la inflamación se resolvió, los individuos experimentaron niveles más bajos de ansiedad, según las pruebas que realizaron los investigadores.

    Estos hallazgos del equipo ofrecen nuevas esperanzas para las personas con ansiedad. Es por eso que los tratamientos para la ansiedad pueden ser más eficaces cuando tienen en cuenta el papel del sistema endocrino.

    El nuevo estudio sugiere que la ansiedad no es exclusivamente un trastorno del sistema nervioso central. Pero vale la pena señalar que este estudio en particular no ha sido sometido a revisión por pares y no aparece en una revista médica. Además fue relativamente pequeño, por lo que los científicos deberán replicar los hallazgos en estudios a gran escala controlados por placebo antes de sacar conclusiones sólidas.

    El siguiente será por lo tanto una investigación más amplia del papel del sistema endocrino en los trastornos de ansiedad. Explorando la influencia de las hormonas sexuales y de las glándulas suprarrenales, incluidos el estrógeno , la testosterona , el cortisol, la progesterona y la prolactina, en personas con trastornos de ansiedad diagnosticados y glándulas tiroideas inflamadas.

  • El microbioma intestinal protege frente a la predisposición genética a la leucemia

    Una investigación realizada en el Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca, liderado por Isidro Sánchez García podría contribuir a desarrollar herramientas que permitan prevenir leucemia en los niños con susceptibilidad genética a padecerla. El estudio, publicado en la revista Blood, evidencia que el microbioma intestinal, compuesto por el conjunto de genes que forman parte de las bacterias intestinales desde el nacimiento, protege a los ratones con predisposición genética a desarrollar la enfermedad. 

    La comprensión del microbioma constituye un campo de investigación en crecimiento. Numerosos estudios sugieren que la relación entre los microorganismos y el material genético juega un papel relevante en el origen de enfermedades neurológicas o inmunitarias como la leucemia infantil.

     El tipo más frecuente de leucemia infantil es la leucemia linfoblástica aguda de células B precursoras, causada por una combinación de la susceptibilidad genética del niño al nacer junto a la exposición a ciertas infecciones tras el parto. Las predisposiciones genéticas son frecuentes en los niños y se consideran condición necesaria para el desarrollo de la enfermedad, si bien menos del 1% de estos casos desarrollarán a lo largo de su vida leucemia linfoblástica aguda de células B precursoras.

    “Aunque se conocen determinados factores implicados en el desarrollo de la leucemia infantil, como la exposición a estímulos infecciosos, resulta fundamental profundizar y describir con precisión por qué, a pesar de tener esta predisposición, no todos los individuos desarrollan la enfermedad”, apunta Isidro Sánchez-García, del Centro de Investigación del Cáncer (CIC-IBMCC).

    Durante el estudio se ha podido observar que, cuando los ratones con predisposición genética son tratados con antibióticos en edades tempranas, se altera su microbioma y este cambio es suficiente para inducir la leucemia, incluso en ausencia de estímulos infecciosos. “Se observa que en estos ratones los microbios intestinales son distintos a los que tienen los animales no susceptibles a la enfermedad. De hecho, sería posible identificar la predisposición genética de un individuo caracterizando su microbioma”, añade el investigador del CSIC.

    Los resultados de la investigación parecen indicar que el desarrollo de leucemia linfoblástica aguda en ratones con predisposición genética está más relacionado con una falta de microbiota comensal (aquella que normalmente contiene el intestino) que con la presencia de bacterias específicas.

    En este sentido, los investigadores necesitan de estudios a gran escala dirigidos a determinar si una modificación del microbioma en los niños con predisposición genética a la leucemia linfoblástica aguda de células B puede convertirse en una estrategia exitosa. “Un posible tratamiento podría ser administrar la microbiota comensal, principalmente lactobacillus, a los ratones susceptibles para poder prevenir el desarrollo de la leucemia”, concluye Sánchez-García.